Hoy se cumplen 140 años del fallecimiento de Bernardo López García, poeta jiennense que nació en Jaén el 11 de Noviembre de 1838 y murió en Madrid el 15 de Noviembre de 1870.
Busto de Bernardo López (1904). Plaza de los Jardinillos. Jaén
(foto: archivo propio)
(foto: archivo propio)
Bernardo López nació en una casa situada en la Calle Maestra de la capital jiennense, en el seno de una familia dedicada al comercio. Inicia sus estudios en el Instituto de la calle Compañía de Jaén (actual edificio del Conservatorio de Música), pero en 1850 se traslada a Granada donde termina el bachiller en el Colegio de San Bartolomé y Santiago e inicia la carrera de Derecho. Acabado el primer curso, se traslada a Madrid con la intención de terminar la carrera, pero Bernardo prefería asistir a clases de Literatura e Historia y frecuentar la Biblioteca Nacional.
Publicó sus primeros trabajos en Recreo de la Juventud (1857) de Jaén y en 1859 en Madrid publica su oda "Asia" en el periódico republicano La Discusión, así como la oda "Europa y Siria" en La América (1860). Pasa sin embargo desapercibido hasta que en 1866 publicó en El Eco del País, donde era redactor, su celebérrima oda patriótica "El dos de mayo", que obtuvo tan formidable éxito, difusión y popularidad que desde entonces Bernardo López García fue conocido como "El cantor del Dos de Mayo", oscureciéndose injustamente toda su obra anterior y posterior, llegando a ser proverbial el recitado de su primera estrofa:
He querido traerles algunos fragmentos de un poema muy especial, el que Bernardo dedica a la Catedral de Jaén. Titulado así, es una verdadera “fantasía polifónica” en palabras de Jiménez Fernández. Con él, Bernardo López quiso rendir homenaje a su ciudad en lo más representativo de ella, su Catedral. El poema está concebido para debatirse en dos planos contrapuestos: la abstracción, con sus personajes la Duda, el Arte y la Fe, y la concreción, representada por la descripción propiamente dicha de la erección del templo.
Oigo, patria, tu aflicción
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón...
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón...
Antimonárquico y de tendencias revolucionarias, participó en los sucesos de Loja (1861), lo que le valió ser apartado del Romancero de Jaén, que algunos poetas locales escribieron con motivo de la visita de Isabel II a la ciudad. En 1865 se casa con Patrocinio Padilla, joven jiennense, con la que tiene una hija, María de la Aurora. En 1867 publicó en Jaén a su costa la primera edición de sus Poesías, que apenas se vendió, siendo prologada por su amigo Juan Antonio Viedma; a ésta sucederían tres ediciones más, póstumas, de la que la más importante es la de 1880, que incorpora diez poesías más. La miseria y las privaciones arruinan su salud. En 1868 marchará a Madrid pero su activismo político en el partido republicano de Castelar y Pi y Margall le lleva a desplazarse por tierras andaluzas, particularmente por las provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla. Fallece de tisis en Madrid el 15 de noviembre de 1870. Sus restos son trasladados a Jaén en 1899 y enterrados en el cementerio de San Eufrasio, en un mausoleo rematado por una figura femenina alegórica a la poesía, obra de Tomás Cobo.
Recientemente, el investigador Juan Jiménez Fernández ha reunido catorce poemas más, extraídos de publicaciones periódicas y antologías jiennenses y madrileñas.
Primer plano del busto de Bernardo López
(foto: archivo propio)
He querido traerles algunos fragmentos de un poema muy especial, el que Bernardo dedica a la Catedral de Jaén. Titulado así, es una verdadera “fantasía polifónica” en palabras de Jiménez Fernández. Con él, Bernardo López quiso rendir homenaje a su ciudad en lo más representativo de ella, su Catedral. El poema está concebido para debatirse en dos planos contrapuestos: la abstracción, con sus personajes la Duda, el Arte y la Fe, y la concreción, representada por la descripción propiamente dicha de la erección del templo.
Sobre un monte a cuyo pie
duerme una ciudad sombría,
juntos se vieron un día
la Duda, el Arte y la Fe.
5 La Duda, lívida, impura,
tal cual los ámbitos puebla,
llevaba un manto de niebla
por única vestidura.
El Arte, un rayo de luz
10 sobre su cetro esplendente;
la Fe, su antorcha en la frente
y entre las manos la Cruz.
-“¿Quién sois?” -La Duda gritó
ronca mostrando sus celos;
15 -“Somos luces de los cielos”
-el Arte le contestó:
-“¿Y tú?” -“La estrella que lanza
rayos de dolor profundo”.
-“¿Quién es tu enemigo?” -“El mundo”.
20 -“¿Qué te falta?” -“La esperanza”.
-“¿Y adónde vosotras dos
vais en tan dulce corrida?”.
-“Hacia esa vega florida
a elevar un templo a Dios.
25 Desde ese plácido edén
que forman bosques oscuros,
por enmedio de esos muros
en que se asienta Jaén,
ha tiempo que alzan sus manos,
30 codiciando nuestras flores,
caballeros y pastores,
sacerdotes y aldeanos.
Sobre esa fronda bravía
que es de galanura ejemplo,
35 quiere elevar un templo
para la Virgen María.
la Duda, el Arte y la Fe.
5 La Duda, lívida, impura,
tal cual los ámbitos puebla,
llevaba un manto de niebla
por única vestidura.
El Arte, un rayo de luz
10 sobre su cetro esplendente;
la Fe, su antorcha en la frente
y entre las manos la Cruz.
-“¿Quién sois?” -La Duda gritó
ronca mostrando sus celos;
15 -“Somos luces de los cielos”
-el Arte le contestó:
-“¿Y tú?” -“La estrella que lanza
rayos de dolor profundo”.
-“¿Quién es tu enemigo?” -“El mundo”.
20 -“¿Qué te falta?” -“La esperanza”.
-“¿Y adónde vosotras dos
vais en tan dulce corrida?”.
-“Hacia esa vega florida
a elevar un templo a Dios.
25 Desde ese plácido edén
que forman bosques oscuros,
por enmedio de esos muros
en que se asienta Jaén,
ha tiempo que alzan sus manos,
30 codiciando nuestras flores,
caballeros y pastores,
sacerdotes y aldeanos.
Sobre esa fronda bravía
que es de galanura ejemplo,
35 quiere elevar un templo
para la Virgen María.
Y prosigue el diálogo entre la Duda y la Fe, primero más relajado, luego con un juego de preguntas y respuestas más rápido. La Duda se va sumiendo en la impotencia ante los apoteósicos discursos de la Fe, primero, y del Arte, después. Me gustaría resaltar algunos fragmentos de éste último, ya que vislumbra el Arte y la belleza como emanación pura del Creador, como elementos de los que necesita nutrirse la humanidad para acercarse al Ser Supremo.
(...) -“Buscando al Supremo Ser,
130 la humanidad me llamó;
el Santo Amor me engendró
coronándome el saber.
La belleza fue mi ley;
el mundo acató mi imperio;
135 en uno y otro hemisferio
grabé mi cetro de rey.
Y acaba:
el Santo Amor me engendró
coronándome el saber.
La belleza fue mi ley;
el mundo acató mi imperio;
135 en uno y otro hemisferio
grabé mi cetro de rey.
Y acaba:
165 (...) porque Dios, al darme asiento
en la vida y en la historia,
me dio un rayo de su gloria
y un suspiro de su aliento”.
Centrémonos ahora en la parte del poema en la que el autor alegoriza sobre la construcción de la Catedral, realizando una bellísima conjunción entre arquitectura y poesía:
Y cuando solos quedaron
la Fe y el Arte divino,
175 para cumplir su destino
sobre el monte se abrazaron
Entonces del genio al grito,
como fantasma evocado,
sobre el terreno trazado
180 se alza el pilar de granito.
La cumbre dobla su alteza;
sacude el hacha el obrero;
el genio fuerte y severo
llama a la naturaleza.
185 En gran concierto sonoro
los artistas inmortales
celebran los esponsales
de la roca con el oro.
Crece el muro colosal;
190 la nave se alza y alienta;
fuerte la columna asienta
su mole en el pedestal,
y al beso de los cinceles
que ornan el santo recinto
195 brotan flores de Corinto
de los altos capiteles.
Sobre base soberana
el arco vibra y cimbrea:
piedra a piedra va la idea
200 recibiendo forma humana.
Y el artista alzando el vuelo
fija la fe en su estandarte,
con flores que coge el arte,
teje coronas al cielo.
205 Detalles grandes y leves
forman concierto sonoro;
ya brotan formando coro
flores, frisos y relieves;
ya en las columnas más puras
210 los nobles arcos se aferran;
ya las bóvedas se cierran
sobre las naves seguras;
con metro divino cantan
cien estatuas a porfía;
215 titanes de la armonía
los órganos se levantan,
y el genio del arte en pos
da a la cúpula su brillo,
dejándola como anillo
220 de aquella esposa de Dios.
Los años pasando van,
y el templo su mole ostenta;
lo que por Dios se sustenta
los años no lo hundirán.
225 Corren y corren edades
junto a la iglesia grandiosa;
por su cúpula ostentosa
resbalan las tempestades,
y eterna y firme levanta
230 su continente sereno;
ni la hace temblar el trueno
ni la muerte la quebranta.
Y es porque la alta piedad
los frutos del bien aprueba;
235 y lo que por Dios se eleva
tiene luz de eternidad.
“Luz de eternidad”. Bien se dio cuenta Don Bernardo del sentido, del fin último de una construcción que, como otras de este tipo en otras tantas ciudades, se concibe y nace con afán de perdurabilidad, superando a los estilos, a las modas, a las generaciones, a los tiempos...
Bibliografía:
- Jiménez Fernández, Juan. "Bernardo López García. Antología poética". Jaén, 2006.
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