El monumento conmemorativo de la Batalla de las Navas de Tolosa en LA CAROLINA


Monumento conmemorativo a la Batalla de las Navas de Tolosa en La Carolina
(foto: archivo propio)

Municipio: La Carolina.
Comarca: Norte.
Tipo: monumento conmemorativo.
Materiales: piedra, hormigón, bronce, acero inoxidable.
Autores: Antonio González Orea (escultor) y Manuel Millán López (arquitecto).
Cronología: realizado entre 1975-76. Inaugurado el 17 de Julio de 1981.

Las monumentales figuras dan la bienvenida a los visitantes que entran en La Carolina
(foto: archivo propio)


LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA

Este trascendental episodio bélico de la historia medieval española enfrentó en la jornada del 16 de Julio de 1212 al ejército aliado cristiano capitaneado por el monarca castellano Alfonso VIII contra el ejército almohade del califa Muhammad an-Nasir, conocido como Miramamolín en las crónicas cristianas. La batalla tuvo lugar en las inmediaciones del actual núcleo urbano de Santa Elena, en el Norte de la Provincia de Jaén, cerca del famoso paso de Despeñaperros.
Fue iniciativa de Alfonso VIII entablar una gran batalla contra los almohades tras haber sufrido la derrota de Alarcos en 1195. Para ello solicitó al papa Inocencio III apoyo para favorecer la participación del resto de los reinos cristianos de la Península Ibércia, y la predicación de una cruzada por la cristiandad prometiendo el perdón de los pecados a los que lucharan en ella; todo ello con la intercesión del arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de Rada.

Batalla de las Navas de Tolosa.
Óleo de Francisco de Paula Van Halen. 1864. Palacio del Senado (Madrid)

El bando cristiano contó con la participación mayoritaria de efectivos castellanos del monarca, a los que se incorporaron milicias urbanas o concejiles de importantes ciudades castellanas. Acudieron también las tropas de Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra, las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Temple y Hospital de San Juan, voluntarios leoneses y portugueses y numerosos cruzados ultramontanos, es decir, más allá de los Pirineos (fundamentalmente franceses). La coalición sumaba una cifra de hombres que la historiografía ha estimado alrededor de los 12.000. El ejército musulmán almohade prácticamente doblaba esa cifra, calculándose unos 22.000 efectivos, procedentes de todos los rincones de Al-Andalus y del norte de África.    
Saldada con victoria del bando cristiano, la batalla de las Navas fue considerada por las relaciones inmediatamente posteriores, las crónicas y gran parte de la historiografía como el punto culminante de la Reconquista y el inicio de la decadencia de la presencia musulmana en la Península Ibérica, aunque en la realidad histórica las consecuencias militares y estratégicas fueron limitadas, al menos de forma inmediata, y la conquista del valle del Guadalquivir no se iniciaría hasta pasadas dos décadas.

LOS AUTORES: ANTONIO GONZÁLEZ OREA  Y MANUEL MILLÁN LÓPEZ

El arquitecto Manuel Millán López (1922-1979) se encargó del diseño del monumento. Nacido en la capital jiennense, hizo sus estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, diplomándose también en Urbanismo. De vuelta en Jaén, a mediados de los 50 obtuvo plaza por oposición para los Servicios Técnicos de Obras de la Diputación Provincial, simultaneando su actividad en esta institución con el ejercicio de su profesión. Realizó importantes obras por toda la provincia. Cabe destacar la construcción de los primeros edificios del antiguo Colegio Universitario, hoy integrados en la Universidad de Jaén, así como el antiguo Auditorio de la Alameda y el diseño urbanístico del Gran Eje.
Antonio González Orea
Pero el verdadero artífice de esta singular obra es su padre artístico, el escultor Antonio González Orea (1925-2004). Nacido en Andújar, se licenció en Bellas Artes por la Escuela Superior de San Fernando de Madrid. Casi toda su vida compatibilizará su labor artística con su vocación de enseñanza de las artes tanto en Andújar como en la facultad de Bellas Artes de Granada. Tiene en su haber diversos premios y reconocimientos, como el primer galardón de la Fundación Carmen del Río de la Academia de Bellas Artes de Madrid (1951), o el Premio Nacional de Artes Decorativas de 1954. Su obra se encuentra repartida por museos españoles y de otros países. Además del monumento de La Carolina, destaca su impresionante Virgen del Silencio (o de la Paz) para el Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar.

EL MONUMENTO

Aunque realizado entre 1975 y 1976, no se inauguraría hasta el año 1981, efeméride de la que se cumplen en estos días 35 años. El monumento se localiza en la entrada norte de La Carolina, justo al principio de la Avenida de Madrid -principal arteria de la ciudad- y en la confluencia de ésta con la antigua carretera nacional IV Madrid-Cádiz, a unos 11 km. del lugar donde tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa.

Antigua tarjeta postal, de finales de los años 70,
que muestra el Monumento de la Batalla finalizado y en su ubicación.
(tarjeta postal, colección "Escudo de Oro") 

El monumento asienta sobre un alto basamento de planta romboidal hecho de hormigón, hoy camuflado entre la vegetación, pero visible en la fotografía anterior.
En primer lugar, llaman la atención dos altas paredes de hormigón con forma puntiaguda en uno de sus extremos, colocadas a escasa distancia una de la otra y dispuestas paralelamente entre sí. El labrado de sus faces asemeja el relieve de las laderas de una montaña, por lo que simbolizan precisamente dicho concepto, más concretamente, el paso de Despeñaperros y sus escarpados riscos.
Justo delante, y sobre un elevado pedestal también en material de hormigón, contemplamos una serie de personajes que, situados uno junto a otro, constituyen los protagonistas de esta obra. Fueron tallados en piedra blanca de Sepúlveda, lo que hace que el conjunto de estas esculturas destaque cromáticamente. De formas evidentemente estilizadas, de izquierda a derecha son los siguientes:
Don Diego López de Haro, noble caballero vasco, Señor de Vizcaya, que comandó buena parte de las tropas cristianas contra los almohades en el campo de batalla. Sostiene en una mano su espada y en la otra el escudo de la casa de Haro, caracterizado por los dos lobos con corderos en sus fauces y las aspas de oro en la bordura.
Don Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, pieza clave de esta Cruzada contra los sarracenos pues recavó los apoyos necesarios para la guerra. Prelado de sotana y espada, no dudó en luchar codo con codo junto a su rey. Aparece caracterizado por la mitra y sostiene la cruz arzobispal -que sobresale por encima de las cabezas de todos los personajes-, mientras la otra mano queda dispuesta en actitud de bendecir.
El rey Pedro II de Aragón "el Católico", con el escudo barrado a sus pies y portando su espada. Aragón aportó a la batalla unos 1.000 caballeros aproximadamente.
El rey Alfonso VIII de Castilla "el Batallador", principal promotor de la Cruzada. Fue quien aportó mayor cantidad de efectivos. En el año 1195 Alfonso había sufrido un revés en la batalla de Alarcos (Ciudad Real) contra los almohades de Yusuf II, tomándose su revancha en la batalla de las Navas de Tolosa diecisiete años después. En el monumento, Alfonso VIII es la figura más adelantada de las cinco. Viste una característica cota de malla y sujeta con una mano el escudo de Castilla, a sus pies, y con la otra porta la espada.
El rey Sancho VII de Navarra "el Fuerte", que participó fieramente en la batalla al frente de unos 200 caballeros. Atacó el puesto de mando de Miramamolín que estaba rodeado por una línea de esclavos encadenados, rompiendo las cadenas con su espada y llevándoselas como trofeo de guerra. De ahí que aparezca en el monumento sosteniendo en su mano izquierda un fragmento de dichas cadenas, que serían incorporadas como emblema principal al escudo del reino de Navarra a partir del siglo XVI. El escudo, como en los otros casos, también aparece a los pies del monarca.

De izquierda a derecha: Don Diego López de Haro, Don Rodrigo Jiménez de Rada,
Pedro II de Aragón, Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra
(foto: archivo propio) 

Por último, en posición adelantada con respecto al conjunto descrito anteriormente, destaca la figura en bronce de otro protagonista, clave en la victoria cristiana. Se trata de un pastor anónimo, identificado tres siglos más tarde por el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo como Martín Alhaja o Halaja (1532) y por otros historiadores como Martín Malo (de hecho aún hoy una aldea de Guarromán lleva el nombre de Martín Malo, aunque dicha aldea fue fundada en tiempos de Carlos III). Esta escultura, con uno de sus brazos extendido hacia el frente, indica el camino más seguro a las tropas cristianas a través de Sierra Morena para evitar las emboscadas que los almohades habían preparado en los pasos de montaña habituales. Ante la ausencia de datos concretos, ha sido considerado un personaje legendario e incluso un enviado divino en la historiografía moderna y contemporánea. 

Martín Alhaja, en primer término, guía a las tropas cristianas a través de Sierra Morena
(foto: archivo propio)

En esta obra escultórcia resaltan tres características: el tono épico, la idealización de los personajes y la estilización del conjunto; valores plásticos e ideológicos que se concatenan entre sí. La sensación ascendente es predominante en la obra. Los altos y puntiagudos muros -detrás de los personajes-, que simbolizan las montañas, tienen su correspondencia con unas figuras alargadas y espirituales. Aquí González Orea hace un guiño a la etapa artística que estaba eclosionando en la Europa cristiana de los tiempos de la batalla: el Gótico. Por otra parte, a través de la estilización el artista confiere a sus personajes la elevación moral propia de la empresa que traían entre manos: la defensa y propagación de la Cristiandad (la Cruz también es protagonista sobre el conjunto entre ambos muros). La pose estática y grave de las figuras contribuye a su dignidad, mientras la idealización de sus rostros es símbolo de eternidad.


Bibliografía:

- Blog Arte, Historia y Curiosidades.
- VVAA. Enciclopedia General de Jaén. Málaga, 2008.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997. 
   
    

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