El Poblado y la Necrópolis Ibérica de "Castellones de Ceal". HINOJARES


Vista de la meseta y promontorio donde se halla el yacimiento de Castellones de Ceal (Hinojares)
(foto: archivo propio)

Pocos municipios en Andalucía pueden presumir del legado arqueológico con el que cuenta Hinojares, un pequeño pueblo situado en la comarca de la Sierra de Cazorla, en el Sureste de la Provincia de Jaén.
A unos 5 km. del casco urbano, por la vieja carretera que une Hinojares y Huesa, se llega a la aldea de Ceal, en cuyas inmediaciones se encuentra uno de los poblados ibéricos más importantes excavado hasta la fecha en el Sureste español: "Los Castellones de Ceal". El poblado tuvo una gran importancia como lugar de paso entre el valle del Guadalquivir y el sureste de la Península. Las cerámicas que se conservan en el Museo Provincial de Jaén, datadas en el siglo IV a.C. y originarias de Grecia, nos hablan, por su calidad, de que Castellones no sólo debió ser un punto intermedio en la mencionada ruta sino también un refinado centro urbano donde la acumulación de excedentes y un elevado nivel cultural permitía la adquisición y disfrute de estos y otros bienes.

Mapa de situación de "Castellones de Ceal"

Localización: SE de la Provincia de Jaén
Comarca: Sierra de Cazorla
Muncipio: Hinojares
Cronología: siglo VI - II a.C. (República romana)
Etapas: Bronce / Hierro
Culturas: Íbera / Romana
Material: Cerámicas y objetos metálicos fundamentalmente
Localización del material: Museo Provincial de Jaén / Museo Arqueológico de Úbeda.


¿CÓMO LLEGAR?

Castellones de Ceal se encuentra muy cerca de la carretera A-315 Torreperogil-Baza. En el punto kilométrico 54 se halla el desvío que nos conduce hasta la aldea de Ceal. Se trata de la antigua y maltrecha carretera entre Hinojares y Huesa. Pasada la aldea, la carretera asciende hasta una meseta donde se encuentran los restos del poblado, aproximadamente a unos 500 m. de distancia de Ceal.

DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA DEL ENTORNO

Castellones de Ceal ocupa una meseta ligeramente inclinada hacia el Oeste y coronada por unos riscos pétreos en el extremo Este que le dan nombre al lugar ("Castellones"). Se trata de un promontorio delimitado al Norte por el río Ceal y al Oeste y Sur por el valle del río Guadiana Menor (siendo el Ceal afluente del Guadiana Menor), produciéndose la confluencia de ambos justo a los pies de dicho promonotorio . La altura media del asentamiento es de 520 m. sobre el nivel del mar.

Meseta donde se encuentra el yacimiento de Castellones de Ceal vista desde el Sur.
Fotografía tomada desde el valle del río Guadiana Menor (archivo propio)

Se trata de una zona complicada desde el punto de vista orográfico. El curso del Guadiana Menor ha excavado un valle profundo que deja escarpes y elevados promonotorios a sus lados, lo que tradicionalmente ha complicado las comunicaciones. Sin embargo, esto no supuso un impedimento para que en época íbera y romana pasara por aquí una de las rutas comerciales más importantes del Sur de la Península.
Si bien hoy en día el paisaje que se puede contemplar es subdesértico, no fue así en la época en la que este asentamiento estuvo en funcionamiento.

Valle del Río Guadiana Menor desde la meseta de Castellones de Ceal.
A la izquierda, la nueva carretera entre Huesa e Hinojares.
(foto: archivo propio)


HISTORIA DE UN DESCUBRIMIENTO

El descubrimiento de este poblado y su correspondiente necrópolis fue un hecho fortuito ocurrido a mediados de los años 50 del siglo XX cuando se construyó la carretera sobre el antiguo camino entre Hinojares y Huesa, que pasaba por la aldea de Ceal.
Las primeras excavaciones tuvieron lugar en mayo de 1955 por Doña Concepción Fernández Chicarro y Don Antonio Blanco Freijeiro, que volvieron a excavar en septiembre de 1959.
Entre los años 1985 y 1991, se realizaron varias campañas de excavación arqueológica dirigidas por Doña Teresa Chapa Brunet y Don Juan Pereira Sieso.

CASTELLONES DE CEAL EN LA HISTORIA

Aunque hubo un asentamiento previo, constatado gracias a una serie de tumbas descubiertas, que se remonta al siglo VI a.C., al parecer éste no prosperó y fue abandonado. 
El poblado que nos ocupa se funda en torno al 400 a.C., ya en época ibérica. El porqué de la elección de este lugar es una cuestión más o menos clara si echamos un vistazo al panorama geopolítico del momento. Castellones de Ceal, ubicado en el curso medio del Guadiana Menor, se encontraba en una zona fronteriza entre dos grandes territorios ibéricos: el de los Bastetanos, cuyo centro sería Basti (actual Baza -Granada-), y el de los Oretanos, cuyo núcleo radicaría en la todopoderosa Cástulo (actual Linares -Jaén-). Ubicado en el curso medio del Guadiana Menor, Castellones controlaría este pasillo, la ruta comercial más corta entre las áreas mineras de Sierra Morena y los puertos marítimos del SE peninsular (especialmente Cartago Nova -Cartagena, Murcia-), ruta jalonada por otros núcleos de importancia como Tútugi (Galera -Granada-) o Tugia (Toya -Peal de Becerro, Jaén-) que nos han legado igualmente abundantes restos e interesantes estructuras funerarias.

Mapa del SE de la Península en el que se aprecian los territorios de los Bastetanos y los Oretanos en época Ibérica
(s. IV a.C.), así como el asentamiento de Castellones de Ceal
y otros núcleos de importancia.
(mapa de elaboración propia sobre tecnología de google maps)

El asentamiento proporcionaría protección, descanso y alimento a las caravanas cargadas de mercancías. Y aquí se encuentra precisamente la clave de la importancia de los restos encontrados en Castellones. La prestación de estos servicios conllevaría la recepción por parte de la elite del poblado de una serie de objetos de lujo, entre los que se encontrarían las ricas cerámicas griegas, de extraordinaria calidad, halladas en las tumbas de la necrópolis. Castellones se convertiría así, a pesar de su reducido tamaño, en un centro a la altura idológica y tecnológica de otros núcleos mayores de las áreas circundantes de la Bastetania y la Oretania, de los que seguramente dependía, teniendo una relación más directa con Tugia (Toya, Peal de Becerro). Así lo evidencia, por ejemplo, una tumba principesca excavada en la necrópolis de los Castellones que, aunque más humilde, guarda similitudes con la famosa cámara funeraria hallada en aquél otro asentamiento.
La decadencia del lugar vino con la llegada de Roma y la paulatina desaparición del modelo político ibérico. Los romanos, más pragmáticos, tendieron a favorecer las rutas de comunicación y comerciales más cómodas, marginando las que suponían un mayor grado de dificultad y desgaste, caso de la que discurría por el valle del Guadiana Menor, que por su orografía sólo permitía la circulación de caballerías fundamentalmente, y no de carros. La red de calzadas obvió esta zona comprendida entre el SE de la actual Provincia de Jaén y NE de la de Granada, con las indudables consecuencias negativas que ello conllevó para la economía de Castellones. Un incendio, fortuito o provocado, arrasó las casas de la última etapa, marchándose la mayoría de los vecinos hacia otros lugares y quedando tan sólo un núcleo residual que pronto se extinguiría. Estamos en el siglo II a.C., época republicana, y Castellones jamás volvería a resurgir de sus cenizas.


DESCRIPCIÓN DEL ASENTAMIENTO

Restos de la muralla de Castellones de Ceal
(foto: archivo propio)

Castellones de Ceal es un poblado fortificado (oppidum). El tipo de vivienda que se construía, con espacios generalmente rectangulares, constaba de piedra en el arranque de los muros, completándose el resto de los mismos en altura a base de adove o tapial. Los techos se hacían con ramaje impermeabilizado con barro y se sostenían sobre vigas de madera de pino, todo ello atado con cuerda de esparto. Tanto el interior como el exterior de las casas se encalaban, aplicándose el color rojo a los zócalos de piedra. Disponían de un patio abierto o semicubierto para almacenaje y animales domésticos.
El urbanismo era irregular. Las viviendas se distribuían en terrazas dada la inclinación de la meseta, ocupando la zona más alta del cerro y ofreciendo un aspecto abigarrado. La necrópolis se situaría en la zona más baja de la meseta.

Reconstrucción de una vivienda
("El Hábitat Ibérico Tardío en los Castellones de Ceal". Victorino Mayoral Herrera)


LA VIDA Y LA MUERTE EN CASTELLONES DE CEAL

En cuanto a las actividades agrarias del asentamiento, en las zonas bajas junto al valle se practicaba, como hoy, la agricultura, tanto de secano como de regadío. El cultivo más importante fue el cereal (trigo y especialmente cebada) y se ha constatado la presencia del olivo en las últimas fases del asentamiento (época romana). Los habitantes de Castellones criaban ganado ovino y caprino (también vacas, cerdos y gallinas en menor medida), practicaban la pesca fluvial en los cursos cercanos y la caza en los montes circundantes (ciervos, jabalíes). La ubicación de Castellones le aseguraba unos recursos abundantes: frutos, madera, caza y pastos de verano en las montañas de Cazorla, esparto y matorral en la ribera de los cursos fluviales, tierras fértiles y, por supuesto, agua.
Gran parte de la información de la que se dispone y por la cual sabemos la historia de los vivos, procede sin embargo del estudio y análisis de las sepulturas donde se enterraron a los muertos. La necrópolis de Castellones de Ceal ha sido sin duda el área más investigada en estas últimas décadas. Al igual que las viviendas, tampoco el cementerio guardaba un orden concreto, superponiéndose las sepulturas unas a otras a lo largo del tiempo. Eso sí, todas guardan una disposición Este-Oeste. Pero existen ciertas estructuras funerarias de empaque bien delimitadas, aisladas y respetadas por la construcción de tumbas posteriores. Esto nos indica una clara jerarquización social que, de la vida, se traslada también a la muerte. El rito funerario era por cremación en unas piras de madera colocadas en fosas ovaladas de poca profundidad llamadas "ustrinas" o "quemaderos". Las cenizas se introducían en cistas cerámicas y eran enterradas. Los tipos de tumbas podían ir desde la más humilde -un simple hoyo en la tierra calzado con piedras que hacían de sostén de la urna- hasta las más ricas (y más escasas), consistentes en cámaras hechas con mampostería de piedra, a veces decoradas en su interior. Algunas de estas tumbas eran individuales, en otras se ha constatado la presencia de varios individuos, lo que nos llevaría a considerar asociaciones familiares. En el interior de las tumbas, especialmente de estas últimas, se despositaba el ajuar, una serie de objetos de diversas clases que habían pertenecido en vida al individuo en cuestión.

Reconstrucción de una tumba tumular
(Victorino Mayoral Herrera)


CULTURA MATERIAL

Los restos hallados en este importante yacimiento son abundantes y nos hablan de un refinamiento cultural ligado a las influencias externas dada la función del poblado de apoyo a la importante ruta comercial descrita que por aquí pasaba.
La cerámica es el tipo de cultura material más sobresaliente en el yacimiento: vasos, cráteras, ánforas, platos... y un largo etcétera de tipologías conforman este variado universo patrimonial de Castellones. Comparten un denominador común: la factura griega, con tonalidades ocres y barniz brillante, decoraciones geométricas y figurativas (en este último caso para las piezas más exquisitas). En cualquier caso se trata de piezas de gran calidad. No obstante, los habitantes del poblado también utilizaban el torno y elaboraban piezas propias.
La gran mayoría de estos objetos de vajilla se utilizaron para contener alimentos y líquidos (vino y aceite, que eran productos de lujo en época ibérica) para más tarde pasar a formar parte de los ajuares funerarios.
También se han encontrado elementos metálicos, de oro y plata (joyas y apliques para adornar la ropa) y en bronce y hierro, éstos últimos de muy diversas clases, especialmente objetos de uso cotidiano (agujas, pesas) de tipo bélico (armas, cascos) y para las tareas agrarias (anzuelos, herramientas).
Es interesante también la presencia de pequeñas esculturas en piedra. Se han documentado una de un toro y otra de un posible ciervo que se situaban en el área de la necrópolis y que, en cualquier caso, nos hablan de la expresión monumental de símbolos religiosos.

Vasijas cerámicas de Castellones de Ceal en una vitrina del Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)
 
Kílyx griego (copa para beber vino), con el dibujo de una lechuza, símbolo de la Diosa Atenea.
 Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)

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Detalles de la decoración figurativa en dos cráteras de origen griego de Castellones de Ceal. Museo Provincial de Jaén
(fotos: archivo propio)
 
Ánfora con motivos geométricos. Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)


Agujas y útiles de bronce. Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)

Apliques de bronce recubiertos de una lámina de plata, para decorar la ropa.
Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)

Pendientes de Oro. Museo Provincial de Jaén
(foto: archivo propio)




Bibliografía:
 
- Blanco Freijeiro, Antonio. Cerámica Griega de los Castellones de Ceal. Archivo Español de Arqueología, 1959. 
- Mayoral Herrera, Victorino. El Hábitat Ibérico Tardío de Castellones de Ceal. Complutum, 1996.
- VVAA. Un Yacimiento Ibérico en los Límites del Adelantamiento: Los Castellones de Ceal. Anuario del Adelantamiento, 2004.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. 1997.

    

Iglesias de Jaén. Iglesia de San Pedro Ad Víncula de ESCAÑUELA


Fachada principal de la Iglesia Parroquial de San Pedro Ad Vincula de Escañuela
(foto: archivo propio)

Escañuela es una pequeña localidad de la Campiña jiennense situada en el Oeste de la Provincia. La historia no ha legado patrimonio artístico de relieve a Escañuela, que no cuenta con edificios civiles o religiosos de interés. Sólo destaca en el centro de su casco urbano un pequeño y sencillo templo parroquial dedicado a San Pedro Ad Vincula. Pero ¿cuál es el origen de esta singular advocación?


EL ORIGEN DE UN NOMBRE

Tras su conquista por las huestes de Fernando III, San Pedro de Escañuela -nombre como se conocerá a este pueblo hasta el siglo XIX-, será integrado en el alfoz de Arjona, pasando en el siglo XIV a la jurisdicción del Señorío de los Torres y Portugal, junto con Villardompardo. Más tarde sus señores lograrían el título de condes, denominándose al Condado con el nombre de esta última villa.  Precisamente de su vinculación con el citado señorío proviene la singular denominación originaria del pueblo así como de su parroquia.
La Curia Vaticana concedió al pueblo el privilegio de que pudiera denominarse San Pedro de Escañuela en respuesta a los diezmos que los señores de Villardompardo pagaban directamente al Papa de Roma. Aquí radica el origen de la devoción que en Escañuela se tiene por San Pedro ad Vincula -San Pedro encadenado-, patrón de la localidad, advocación que hace referencia al periodo que el "príncipe de los apóstoles" pasó en la cárcel, tras lo cual fue liberado milagrosamente por un ángel que rompió sus cadenas. Por este motivo, el escudo de Escañuela reproduce las armas del Vaticano: tiara papal y llaves de San Pedro, y debajo aparecen además las cadenas que hacen alusión a la peculiar advocación a la que aquí se le profesa culto. Las fiestas de Escañuela tienen lugar en torno al día 1 de Agosto, onomástica de San Pedro ad Vincula, conociéndose en la comarca como las fiestas de "La Víncula".

Talla en madera policromada de San Pedro Ad Vincula, patrón de Escañuela,
que preside el presbiterio de la iglesia
(foto: archivo propio)


Escudo de Escañuela en el que están reflejadas las armas del Vaticano y las cadenas de San Pedro
(foto: archivo propio)


HISTORIA DEL TEMPLO PARROQUIAL

En el Sínodo de Jaén del año 1311 ya se menciona la parroquia de Escañuela integrada en el Arciprestazgo de Arjona, jurisdicción eclesiástica a la que ha seguido perteneciendo hasta la actualidad -salvo un breve periodo de tiempo en el siglo XX en que estuvo adscrita al de Torredonjimeno- a pesar de la incorporación del lugar al Señorío de los Torres y Portugal a mediados del siglo XIV. 
Por estas fechas, el edificio que albergaba dicha parroquia era de reducidas dimensiones, sólo una pequeña ermita anexa a un cementerio.
Se sabe que en el siglo XVII se acometen unas obras en el templo sufragadas por la Cofradía que para dar culto a los santos mártires Bonoso y Maximiano de Arjona se había fundado en 1628 en la parroquia de Escañuela.
A finales del siglo XVIII se proyecta ampliar la iglesia dado el aumento de población que había experimentado la localidad en las últimas décadas. Pero las obras se dilatarán en el tiempo a lo largo de casi un siglo. Dan comienzo en 1792, pero sufren un parón debido a la escasez de fondos producida por la guerra de independencia. A finales de 1860 se proyecta una definitiva ampliación según planos del arquitecto Vicente Serrano Salaverry. Desde el gobierno, reinando entonces Isabel II, se libró una partida de 48.550 reales para las obras, aunque el dinero no llegó hasta 1864. En 1865 se traslada el cementerio de la población a las afueras, con lo que queda espacio libre para empezar a construir. Pero el estallido de la revolución de "La Gloriosa" supone de nuevo un retraso en las obras, que no se reanudan hasta 1880 bajo la dirección de José María de Cuenca, finalizándose ya en esta década.
Ya en el siglo XX, un terremoto a finales de los años 60 destruye el chapitel de la torre y parte del presbiterio, reformándose entonces el templo acorde con la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II.
La última intervención en la iglesia tuvo lugar entre los años 1993 y 1994 de la mano del arquitecto Luis Alonso Salcedo, con la reforma del presbiterio, la capilla de la Virgen de los Dolores, patrona de la localidad, y la torre campanario.

LA IGLESIA DE SAN PEDRO AD VINCULA

La falta de una autonomía municipal hasta bien entrado el siglo XIX, la ausencia de una burguesía o nobleza local capaces de emprender obras edilicias de empaque y la crónica escasez de recursos estarían entre los principales motivos que explican la pobreza artística de un pueblo como Escañuela, que sin embargo hunde las raíces de su Historia en la Edad del Cobre.
Como se ha dicho anteriormente, la Iglesia de San Pedro Ad Vincula de Escañuela es una construcción sencilla y de pequeñas proporciones. Tanto es así que la altura del cuerpo principal del edificio no supera a la de las viviendas circundantes. Encalada toda ella, rompe sin embargo la hegemonía del blanco el color albero presente en esquinas y cornisas. Tiene orientación Este-Oeste, siendo la fachada principal la correspondiente al lado Sur o de la Epístola -que da a una amplia plaza-, con un marcado carácter horizontal en claro contraste con la verticalidad de la airosa torre campanario, desproporcionada en altura con respecto al resto del edificio. Se refuerza en este lado con dos contrafuertes en piedra vista, siendo el elemento más destacado la sobria portada, descentrada y situada hacia los pies, adintelada, con simple moldura de piedra y un relieve en el mismo material sobre la puerta que representa a San Pedro y el ángel en el referido episodio de su milagrosa liberación (Hechos 12, 6-11), con la fecha de 1862 en el centro. Tuvo esta portada un aire clasicista suprimido en la reforma de finales de los 60. También la torre campanario adquirió en esas fechas su fisonomía actual, marcada por la incorporación de una linterna en su parte superior que le confiere un cierto toque oriental. De planta cuadrada, consta de tres cuerpos, albergando todos vanos de medio punto, ciegos en los dos primeros, con campanas en el último.

Relieve en piedra sobre la puerta de entrada al templo
(foto: archivo propio)

Torre campanario desde el Nordeste
(foto: archivo propio)

Interiormente, el edificio consta de una única nave rectangular, articulada en tramos, de cubierta adintelada y tejado exterior a dos aguas. El presbiterio se cubre con bóveda de cañón con lunetos y se remata en ábside con cuarto de esfera nervada. Preside el conjunto una bella talla de San Pedro Ad Vincula en madera policromada. Una serie de capillas-hornacina con arcos de medio punto se reparten en los muros laterales, destacando la de la Virgen de los Dolores, más profunda, de cubierta adintelada.
Es interesante la pila bautismal en piedra, de taza octogonal, probablemente del siglo XVI.

Nave del templo de San Pedro Ad Vincula
(foto: archivo propio)


Capilla mayor y presbiterio de la iglesia en forma de ábside
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Rubio Fernández, Juan. Breve Historia de Escañuela. Jaén, 1997
- VVAA. Jaén. Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.