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Iglesias de Jaén. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de BEDMAR


Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Bedmar con el Castillo de fondo
(foto: archivo propio)

UN POCO DE HISTORIA

Si bien Bedmar pasó a manos cristianas definitivamente en 1310, el peligro que suponía la cercanía de la frontera con el vecino reino nazarí de Granada hizo que la plaza viviera un continuo episodio de inestabilidad a lo largo del siglo XIV y buena parte del XV. En manos de la Orden de Santiago, la villa y su vieja fortificación tuvieron serias dificultades para defender el paso del Este que, a través de Sierra Mágina, conectaba con tierras de Guadix. La construcción de un nuevo castillo a partir de 1411 mejoró la defensa pero no alejó el peligro. Debido a esta circunstancia, la construcción de cualquier edificio religioso de empaque se hacía imposible a la par que estéril, pues a los peligros de la frontera habría que añadir -derivada de los mismos- la escasez de población que Bedmar padeció durante todo el periodo bajomedieval.
Cuando la Orden de Santiago atisbó el final de la reconquista y la toma de Granada, se embarcó en el proyecto de dotar a Bedmar de una iglesia parroquial adecuada a las proporciones de la villa, comenzando su construcción a la sombra de la nueva fortaleza, levantada unas décadas antes. Para 1493 ya habían finalizado las obras de la cabecera. Paralelamente, el proceso repoblador estaba en marcha con gentes procedentes de Baeza y Úbeda.

Tondo con la Cruz de la Orden de Santiago en la portada principal de la Iglesia
(foto: archivo propio)

Los esfuerzos económicos de la nueva etapa tras la finalización de la guerra de Granada, llevados a cabo por la Orden en Bedmar, debieron estar detrás del parón que sufrieron las obras de la iglesia durante un largo periodo, hasta mediados de la siguiente centuria.
Un documento de enero de 1558 sitúa el pago de 15.000 maravedís como anticipo por parte del clérigo Francisco Bravo al cantero jiennense Francisco del Castillo para las obras del templo, más otros 15.886 para el siguiente mes de mayo. Este dato sitúa la reanudación de las obras en torno a estas fechas.
En 1562 la villa sería cedida en calidad de señorío por el rey Felipe II al comendador de la Encomienda de Bedmar-Albanchez, Don Alonso de la Cueva. A pesar de este cambio de jurisdicción, la parroquia bedmarense siguió bajo la autoridad eclesiástica de la Orden de Santiago. De ahí que las armas del nuevo señor no aparezcan en el edificio y sí, por el contrario, emblemas de la Orden de caballería.
En 1572 Francisco del Castillo otorga poder a su hermano Benito para proseguir y acabar la obra de la iglesia.
En 1583 las obras aún continuaban, apareciendo diversos descargos a favor de Francisco de Herrera, maestro de cantería fallecido un año más tarde, en concepto de saca y asentamiento de la piedra.
Es muy probable que las obras del conjunto finalizaran en torno al año 1602, fecha que aparece en la portada lateral del lado de la Epístola.
No obstante, habría de producirse un añadido posterior en la fábrica de la iglesia. Se trata de la Capilla de los Chamorro, llamada así por ser su fundador Don Fabián Sebastián Chamorro, rico hacendado y familiar del Santo Oficio. Situada en el lado de la Epístola, data de 1762. Es un ejemplo más del mecenazgo que ejerció sobre la villa este piadoso hombre, responsable también de la fundación de la ermita y hospital de San José -por entonces extramuros de la población- y que en la actualidad conserva su fachada. 
La mayor parte del patrimonio mueble de la parroquia fue destruido durante los fanáticos ataques anticlericales perpetrados durante la guerra civil.
Tras la contienda, la iglesia ha sufrido diversas reformas a lo largo del siglo XX y hasta la actualidad. Las de los años 60 y mediados de los 90 fueron de mayor calado.
En el año 2016 tuvo lugar la última reparación, consistente en el arreglo integral del tejado del edificio, pues se estaban produciendo filtraciones en el interior.

Lateral del templo. Muro de la Epístola. Portada, sacristía y torre de campanas
(foto: archivo propio)


LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se encuentra en la parte más elevada de la villa, junto al escarpado espolón que da asiento al castillo. De proporciones equilibradas, es un templo que guarda intrínsecos los valores propios del clasicismo renacentista. El edificio, dispuesto en sentido noreste-suroeste, es de planta de salón con tres naves, más alta la central, separadas por grandes arcos formeros de medio punto en ladrillo que apean en elegantes columnas de orden toscano. Se cubre con armadura de par y nudillo y tejado a dos aguas al exterior.

Interior de la iglesia, con sus tres naves, vista desde la cabecera
(foto: archivo propio)

Este cuerpo descrito de la iglesia se une a la cabecera, diferente tanto estilística como cronológicamente. Se trata de un espacio de base rectangular y testero plano, formado por tres capillas, la mayor -elevada sobre gradas y de mayores dimensiones- y dos laterales, que se abren a cada una de las naves mediante arcos apuntados y se comunican entre sí a través también de este tipo de arcos. Se cubren con bóvedas de crucería de terceletes. La cabecera de la iglesia presenta, por tanto, un lenguaje gótico pues, como se ha referido anteriormente, pertenece a un proyecto anterior. Según reza la filacteria conservada al fresco en la bóveda de la capilla mayor, ésta se culminó en el año de 1493. Desde la capilla lateral del lado del Evangelio se accede mediante arco protogótico a la sacristía.
En los pies del templo se levanta, en alto, el coro de madera, sostenido por tres columnas toscanas, y al que se accede mediante una moderna escalera de metal.

Vista de la cabecera del templo desde los pies
(foto: archivo propio)

Coro en alto en los pies de la iglesia
(foto: archivo propio)

En los muros laterales de la iglesia se abren capillas hornacinas con arcos de medio punto, de muy escasa profundidad. Destaca por sus mayores dimensiones la capilla de los Chamorro, situada en el muro de la Epístola, junto a la cabecera. Se trata de una construcción añadida posteriormente, en el siglo XVIII. Data concretamente del año 1762, fecha que aparece grabada en el muro exterior de la capilla. Es un espacio cuadrado cubierto con cúpula de media naranja sobre pechinas. El conjunto está decorado con frescos que hacen referencia a la pasión de Cristo (instrumentos de la pasión, la Cruz desnuda con el sudario), además de otras representaciones como el Espíritu Santo o la Eucaristía. En el testero frontal se abre un pequeño camarín cubierto con cupulín igualmente decorado al fresco con representación de querubines. Lamentablemente, la capilla presenta en la actualidad un acusado deterioro y es urgente su restauración.    

Capilla de los Chamorro. Bóveda sobre pechinas.
(foto: archivo propio)


En el exterior destacan las tres portadas y la torre campanario.
La portada lateral del lado del Evangelio se abre en medio punto sobre impostas y jambas cajeadas. Sobre el arco, entablamento sostenido por ménsulas que se corona por jarrones o flameros en las esquinas y en el centro un balaustre sobre pedestal cúbico decorado
A eje con la anterior, en el muro de la Epístola se abre la otra portada lateral, que repite el mismo esquema que la anterior, aunque rematada por diferentes elementos. En este caso, sobre el entablamento se sitúan bolas en las esquinas y en el centro un escudo orlado por cueros con la inscripción IHS MARIA ANO D 1602 rodeado de moldura de lacería y rematado por pirámide.

Portada del lado del Evangelio
(foto: archivo propio)

Portada del lado de la Epístola
(foto: archivo propio)

La más interesante es la portada principal. Se abre en arco de medio punto con originales dovelas labradas con una alternancia de motivos geométricos (rombos y trapecios). Apoya sobre pilastras que reproducen similares elementos geométricos y se enmarca por sendas columnas jónicas exentas sobre plintos que sostienen un entablamento cuyo friso se decora con una cenefa de almohadillados. En las enjutas del arco, sendos tondos con la Cruz de la Orden de Santiago el de la izquierda y el escudo pontificio con las armas de San Pedro el de la derecha. En el segundo cuerpo, pirámides en las esquinas y en el centro una hornacina con la imagen en bulto redondo de Nuestra Señora coronada y asunta al cielo (titular del templo), sobre media luna con querubín, rodeada de ángeles y con la paloma del Espíritu Santo sobre su cabeza. La hornacina se enmarca por columnitas corintias que sostienen una pequeña cornisa y a ambos lados se desarrollan aletones en forma de S. Remata el conjunto un óculo enmarcado por moldura cuadrangular. Esta portada es, sin duda, el elemento más importante de la iglesia por sus valores plásticos y ornamentales, constituyendo uno de los ejemplos más interesantes del manierismo jiennense.

Portada principal de la Iglesia
(foto: archivo propio)

Detalle de la hornacina central de la portada con la imagen de la Asunción de Nuestra Señora
(foto: archivo propio)

La torre de campanas se encuentra junto a la cabecera, lado del Evangelio. Se accede a ella a través de la sacristía por una escalera que destaca por sus elementos decorativos (cabezas de ángeles y diablos). La torre consta de dos  cuerpos. El bajo tiene forma cúbica y se subdivide a su vez en dos pisos. Aquí se abren cuatro huecos en medio punto para las campanas, uno en cada lado de la torre. Adosado a su cara noreste existe un volumen de menores dimensiones que corresponde a la mencionada escalera. El cuerpo superior es ochavado, con sus vanos adintelados parcialmente cegados, y se remata con tejadillo igualmente poligonal.


Torre campanario desde la parte trasera del templo. Adosado a la torre, el cuerpo de la escalera.
(foto: archivo propio)

Del patrimonio mueble de la parroquia destaca la pila bautismal en piedra, del siglo XVI, y una talla barroca de Santo Domingo penitente en la órbita de la escuela granadina de los Mora.

Pila Bautismal de la Iglesia
(foto: archivo propio)

Vista parcial de la Iglesia de la Asunción con el Castillo al fondo
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Galera Andreu, Pedro A. Arquitectos y Arquitectura en Jaén a fines del siglo XVI. IEG, 1982.
- VVAA. Guía Artística de Jaén y su Provincia. Sevilla, 2005.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
- Web del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico: http://www.iaph.es/

 
  

Ermitas de Jaén. Ermita del Cristo de Chircales de VALDEPEÑAS DE JAÉN


Cuadro del Santísimo Cristo de Chircales, patrón de Valdepeñas de Jaén
(foto: archivo propio)

Valdepeñas de Jaén y su Cristo de Chircales, patrón de la villa, son un todo. No se entienden lo uno sin lo otro. Valdepeñas profesa una intensa devoción hacia esta imagen de Cristo crucificado, representado en un lienzo casi tan antiguo como el propio pueblo. Desde el siglo XVI en que se fundara la villa y llegara el icono a este recóndito rincón de la Sierra Sur de Jaén, la fe que los valdepeñeros le profesan no ha hecho otra cosa que acrecentarse. El epicentro de tal devoción es su ermita, situada a escasos kilómetros de Valdepeñas, y de la que hoy nos ocupamos.

¿CÓMO LLEGAR?

Si tomamos como punto de partida la Plaza de la Constitución de la localidad, donde se encuentran la iglesia y el ayuntamiento, debemos tomar la calle Bahondillo en dirección Oeste. A 300 metros seguimos por la calle Santa Ana, continuación de la anterior, que nos sacará de Valdepeñas por una pequeña carretera asfaltada que cruza el cauce del río Ranea. La ermita de Chircales se encuentra a 5 km. del pueblo.

Ermita del Santo Cristo de Chircales, en el corazón de la Sierra Sur
(foto: archivo propio)

UN POCO DE HISTORIA

Antes de la fundación de la villa en 1539 ya existía en el cercano paraje de Chircales una comunidad de ermitaños que habitaban unas cuevas situadas en la ladera del cerro de Montesinos a más de 900 m. de altitud. A falta de excavaciones arqueológicas que lo confirmen, realmente la ocupación de estas cuevas -cuatro en total- podría incluso retrotraerse a los primeros siglos de nuestra era, pues está constatada arqueológicamente la presencia de pobladores romanos y posteriormente visigodos en el solar de la actual localidad de Valdepeñas y en la zona del Castellón (en las proximidades de la ermita).
En cuanto a la procedencia del nombre de Chircales, se desconoce por el momento, aunque Martínez Cabrera apunta a que probablemente se trate de una derivación del vocablo mozárabe Chircua, que hace referencia al género botánico quercus, al que pertenece, entre otras especies arbóreas, el quejigo, abundante en otras épocas en toda esta zona.
La noticia más antigua que se tiene del eremitorio de Chircales data de 13 de Abril de 1566, en que un vecino del pueblo, Juan Ruíz Castellano, funda un patronato (donación de un pedazo de tierra) en el que figura como administrador el primer ermitaño con nombre y apellidos de que se tiene constancia: Pedro Fernández. Estas obras pías para con la comunidad serán práctica habitual entre los vecinos de Valdepeñas a partir de estos momentos.
De los documentos de esta primera época se deduce que los ermitaños ya habitaban las cuevas de Chircales antes de la fundación del patronato de Juan Ruíz Castellano. No se menciona construcción religiosa de ningún tipo aún, por lo que utilizarían la cueva principal (anexa a la actual ermita) como lugar para sus rezos. Pronto el lugar se convertiría en un discreto punto de peregrinación.
Nombres propios de eremitas en esta primera época son el Maestro Gaspar Lucas, padre espiritual de la pequeña comunidad hasta 1590, o Ginés de Nápoles. Bajo la dirección de este último (1590-1609) se producen los dos hechos más relevantes de la historia de Chircales: la llegada del cuadro del Santo Cristo y la construcción de la ermita y la primera casa de la comunidad, lo que supone el abandono de las cuevas por parte de los ermitaños.
En el inventario de 1609 ya aparece el lienzo del crucificado. Fuera de los límites legendarios que envuelven la sagrada imagen y su llegada a Chircales, de lo cual existen diferentes versiones (aparición milagrosa, pastorcillos que la encuentran en la cueva, arrieros que la portan entre su mercancía y los ermitaños se la quedan...), lo más probable es que el lienzo fuera encargado a algún pintor de Jaén por el propio Ginés de Nápoles. Representa la escena del Calvario, con Jesucristo crucificado, San Juan y la Virgen María a sus pies y un ermitaño, de rodillas tras la Cruz, vestido con el hábito de San Pablo, que bien podría ser el propio Ginés de Nápoles, aunque este punto es sólo una hipótesis.
En cuanto al conjunto de la ermita y la casa de la comunidad, sufrirán tantas remodelaciones con el paso del tiempo que hoy no queda prácticamente nada de la construcción original.
La epidemia de peste de 1647-49 tuvo una especial incidencia sobre Valdepeñas, produciéndose cuantiosas bajas entre la población. Por esta razón, a partir de mediados del siglo XVII la devoción por el Santo Cristo de Chircales se incrementa considerablemente al suponer el consuelo divino la única salida a la desesperada situación de un pueblo que agoniza. La prueba de ello la tenemos en las abundantes donaciones (bienes y dinero) que recibe la ermita y las innumerables misas que los testadores dejan estipuladas en sus últimas voluntades.
En el año 1707 la ermita se encuentra en obras y sufre una remodelación que se alargará -con intermitencias- varias décadas, hasta la prelatura del Obispo Fray Benito Marín (1750-1769).
En los documentos de la primera mitad del siglo XVIII es cuando surge por primera vez la denominación de "santuario", lo que le confiere al lugar un status jurídico más elevado debido a las fundaciones -cada vez más relevantes económicamente- que se realizaban en Chircales, amén de una mayor afluencia de peregrinos y devotos que comenzarán a ofrendar a su Cristo exvotos de todo tipo, por los que este santuario se ha caracterizado siempre. El caudal económico va en aumento. Mediada la centuria, el santuario ya cuenta con un administrador propio y un capellán nombrado por el Obispo.
En el año 1772 fallece el último eremita de Chircales, con lo que se pone punto y final a la existencia de una comunidad que había cuidados del santuario durante más de dos siglos.


Escudo del Obispo de Jaén, Fray Diego Melo de Portugal, sobre la puerta de la ermita
(foto: archivo propio)

En torno al año 1804 el santuario sufre otra gran remodelación, siendo Obispo de Jaén Fray Diego Melo de Portugal (1795-1816), prelado que vivió algunos años en Valdepeñas de Jaén en un pequeño palacio episcopal que aún se conserva (esquina de la Calle Parras con Calle Obispo) y murió aquí el 22 de Enero de 1816. Es en esta época -primer tercio del siglo XIX- cuando se puede afirmar que el santuario alcanza su época de mayor esplendor. El rico patrimonio (tierras, casas, molino de aceite) se une a una devoción que traspasa los límites locales. Gentes de Martos, Fuensanta, Los Villares o Castillo de Locubín acuden en masa a venerar al Cristo de Chircales.
El nacimiento de la Cofradía del Santísimo Cristo de Chircales parece que guarda relación con la epidemia de cólera de 1834, tras la que un grupo de vecinos, agradecidos por haberse librado de la enfermedad, se comprometen a organizar la fiesta en honor al Cristo cada 14 de Septiembre.
En 1924 vuelve a restaurarse la ermita por iniciativa de los señores Don Miguel Henríquez de Luna y su mujer Doña María del Rosario Baíllo.
Finalmente, en 1974 y por suscripción popular el santuario afronta su última restauración. Es entonces cuando se le dota de electricidad.

LOS EREMITAS DE CHIRCALES

La fundación del eremitorio de Chircales cerca de Valdepeñas de Jaén se enmarca en el ambiente espiritual y místico que inunda la España del XVI. La Diócesis de Jaén no será una excepción. La presencia de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz por estas tierras, unida a la predicación de San Juan de Ávila desde la Universidad de Baeza -creando una verdadera escuela de discípulos amantes de su magisterio y ejemplo de vida-, será fundamental en el nacimiento del movimiento eremítico, del que forma parte nuestra comunidad de Chircales.
Con la preceptiva licencia por parte del Obispado de Jaén, estos ermitaños de Chircales fundaron una humilde comunidad, adoptando la regla de San Pablo. Su vida era de silencio, trabajo, oración, ayuno y penitencia. Unos laicos, otros sacerdotes, en general se trataba de personas sencillas que vivían de su trabajo en el campo o cuidando ganado, de las limosnas de la gente y muy pocos de sus propias rentas. Vestían túnica de lino, tipo franciscano, recogida por un cíngulo. El encargado de recibirlos en Chircales era el patrono de la obra pía. Éste, atendiendo a las cualidades del interesado y del propio grupo, decidía admitirlo o rechazarlo. El postulante, previa experiencia de convivencia con los demás hermanos, era autorizado para pedir el hábito, que era impuesto por el párroco de Valdepeñas, previa autorización del Obispo.
 
LAS CUEVAS DE CHIRCALES

Como se ha apuntado anteriormente, existen hasta cuatro cuevas, situadas en las proximidades de la ermita. Tres de ellas se encuentran hoy en una finca privada, en la parte alta del santuario. La más interesante y conocida es la denominada "Cueva de los Milagros". Anexa a la ermita, es la más grande de todas y se puede visitar. Aunque se trata de una cueva natural, han sido picados los laterales y la parte alta hasta formar una bóveda. Posee dos pilares de roca natural, labrados toscamente, a modo de sostén del techo. El fondo de la cueva se estrecha un poco y se halla en esta parte una hornacina en la pared donde hoy se ha colocado un pequeño altar. Se deduce que ésta pudo ser la cueva utilizada como oratorio en los primeros momentos de existencia del eremitorio.

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Dos imágenes del interior de la llamada "Cueva de los Milagros", junto a la ermita de Chircales.
(fotografías: archivo propio)

LA ERMITA DEL CRISTO DE CHIRCALES

El edificio de la ermita de Chircales es una construcción sencilla, de pequeñas dimensiones. Tiene planta rectangular cubierta con bóveda esquifada. La zona del presbiterio queda elevada, accediéndose mediante escalinata central. Tras el altar se alza el retablo que contiene el lienzo del Cristo de Chircales, enmarcado por dos columnas corintias que sostienen un entablamento rematado por frontón semicircular decorado en su centro por un medallón con el Corazón de Jesús rodeado de potencias doradas. En los muros laterales se abren sendas hornacinas que contienen las imágenes de San Miguel (izquierda) y Santa Gertrudis (derecha), ambas del siglo XVIII. Sobre las hornacinas se sitúan escudos en madera policromada del Obispo de Jaén, Fray Benito Marín (1750-1769). Los paramentos de la ermita quedan decorados con un zócalo de bellos azulejos. 

Interior de la ermita de Chircales
(foto: archivo propio)

El exterior es sencillo. La única fachada exenta es la principal, dado que el oratorio queda rodeado de otras construcciones del santuario. La puerta adintelada tiene sobre ella el escudo de Fray Diego Melo de Portugal y Villena (Obispo de Jaén entre 1795 y 1816), del que ya apuntamos su relación con Valdepeñas. Sobre el escudo, un óculo, y remata la fachada una pequeña espadaña.
El entorno del acceso a la ermita es muy agradable. Nos dan la bienvenida frondosos árboles que dan buena sombra, una pequeña cascada de agua y un humilladero de piedra. Un gran arco de medio punto en ladrillo junto a la antigua casa de la comunidad eremita nos introduce en la lonja de la ermita, con su pequeña fuente y dos altas palmeras, celosas centinelas del Santo Cristo de Chircales.

Entrada al santuario, con la pequeña cascada a la derecha y la cruz de humilladero a continuación
(foto: archivo propio)
 

Arco de entrada a la lonja de la ermita
(foto: archivo propio)

Rincón de la lonja de la ermita con macetas y una fuente de piedra
(foto: archivo propio)

Fachada de la ermita
(foto: archivo propio)
 

Bibliografía:

- Infante Martínez, Juan. Historia de la Cofradía del Cristo de Chircales. En Lugia (nº 16, 18, 20, 22).
- Martínez Cabrera, Félix. Chircales y su Cristo. Jaén, 2000.
- Martínez Cabrera, Félix. Historia de Valdepeñas de Jaén. Jaén, 2003.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
Valleclaro (Blog sobre Valdepeñas de Jaén).


Iglesias de Jaén. Iglesia de Santa María del Collado de SANTISTEBAN DEL PUERTO


Fachada principal de la Iglesia de Santa María del Collado de Santisteban del Puerto
(foto: archivo propio)

Santisteban del Puerto es una localidad situada en el Norte de la Provincia de Jaén, en la comarca de "El Condado". La histórica capital de esta tierra de rancio abolengo posee un rico patrimonio histórico y artístico (ha sido declarada recientemente Conjunto Histórico) en el que sobresale un singular edificio religioso que se cuenta entre los más antiguos de la provincia jiennense: la Iglesia de Santa María del Collado.

HISTORIA

Santisteban del Puerto fue conquistado por las mesnadas de Fernando III en torno al año 1235, en la campaña militar que finaliza con el sometimiento también de importantes plazas como Úbeda, Iznatoraf o Chiclana. Santisteban queda integrada a partir de este momento en tierras de realengo hasta 1371 en que la villa es entregada en señorío por Enrique II a Men Rodríguez Benavides. 
La situación geográfica de la comarca, en el Norte de la Provincia, propició, una vez conquistado el valle del Guadalquivir y estabilizada la frontera con el reino de Granada en las Subbéticas, la construcción de templos cristianos desde temprana época, situación que no se dio en otros lugares de Jaén por la cercanía del peligro nazarita. El santuario de Ntra. Sra. de la Estrella en Navas de San Juan o la iglesia de la Encarnación de Castellar son ejemplos de este tipo de construcciones protogóticas, a las que hay que sumar ésta de Santa María de Santisteban.
Santisteban fue un núcleo de población importante y pujante durante la etapa cristiana en la Edad Media, una situación de la que gozaba ya en épocas anteriores: islámica, cuando fue una de las cabeceras de distrito de la Cora de Jaén; visigoda, a juzgar por los restos encontrados; e incluso romana, en la que Ilugo llegó a ser un discreto centro urbano con la categoría de municipio en el área del Alto Guadalquivir.
El núcleo medieval se rodeó de un recinto de muralla ya en la segunda mitad del siglo XIII, momento en que también comienza la construcción de este templo, reutilizando precisamente como campanario una torre albarrana del cercano castillo.
Las primeras reformas tienen lugar en la segunda mitad del siglo XVI, siendo obispo de Jaén Don Francisco Delgado López (1566-76), cuyo escudo podemos observar coronando el sillón central del coro. Se prolongan las naves en la zona de los pies, uniéndose el templo con la torre campanario, abriéndose una nueva portada y colocando el coro de madera en alto, obra del entallador baezano Juan Pérez de 1579.

Escudo del obispo de Jaén, Don Francisco Delgado López. Coro de la iglesia.
(foto: archivo propio)

En 1605 se cubrió con tejado la torre campanario -antigua torre albarrana- por el alarife Juan Pretel, previa eliminación de las almenas que la coronaban.
Posteriormente se construye el pórtico que da acceso al templo en la fachada principal, siendo obispo de la diócesis Don Baltasar Moscoso y Sandoval (1619-1646). Sus armas aparecían en un escudo que fue destruido cuando se suprimió el revoco que encalaba la fachada. Dicho escudo se situaba entre las dos portadas que cobija el pórtico. Fue rehecho de nuevo y hoy corona la puerta que da acceso a la casa rectoral, anexa al templo.

Escudo del obispo de Jaén, Don Baltasar Moscoso y Sandoval
(foto: archivo propio)

En 1685 se cambia la ubicación del coro, de alto a bajo, encargándose de ello Ginés Hidalgo, quien aumenta también la sillería.
En 1769, siendo Obispo de Jaén Fray Benito Marín, es demolido el ábside central de la cabecera, siendo sustituido por la actual torre cuadrangular que alberga el camarín barroco con la imagen de la titular del templo y patrona de Santisteban del Puerto, Nuestra Señora del Collado.
La iglesia de Santa María del Collado fue parroquia hasta el año 1860. Actualmente es un templo dependiente y auxiliar de la parroquia de San Esteban, en el centro de la población, fundada en el siglo XV.
Fue declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento el 3 de Marzo de 1978.

LA IGLESIA DE SANTA MARÍA DEL COLLADO

El templo ocupa una posición elevada sobre el núcleo urbano, que queda a sus pies, en la ladera del cerro en cuya cima se asienta el castillo de la localidad. La orientación del edificio es NE-SO, con la fachada principal hacia el mediodía. Está realizado en mampostería, con sillares regulares sólo en determinados lugares, adoptando la piedra el característico color rojizo de la tierra de esta zona.
La planta de la iglesia era en principio basilical (desvirtuada hoy con añadidos posteriores), dividida en tres naves separadas por columnas de fuste cilíndrico (cinco a cada lado) con capiteles románicos donde apoyan arcos formeros apuntados. A las diez columnas hay que añadir los cuatro sencillos pilares en el tramo de los pies (dos a cada lado), correspondientes a la mencionada ampliación de las naves del templo en el siglo XVI. Los arcos que apean en estos pilares son apuntados los primeros (siguiendo, a pesar de la época, la estética gótica) y de medio punto los que enlazan ya con el muro del fondo (más altos que el resto para salvar el coro que en origen iba en alto).

Interior del templo de Santa María del Collado
(foto: archivo propio)
 
Los capiteles románicos aludidos suponen el mayor atractivo de la edificación, pues están esculpidos con motivos vegetales, zoomorfos y antropomorfos. Entre los primeros se cuentan piñas, flores y hojas lanceoladas. Entre los segundos, cerdos (representación de la lujuria y la pereza), peces (Cristo), salamandra (castidad) y un león pasante de tipo heráldico. El antropomorfismo está representado por cabezas humanas, con casco unas y gorro otras (alusivo al guerrero-monje de las Órdenes Militares, responsables, en parte, de la victoria de las Navas). Se trata de un ornato sencillo, aunque extraordinario en cuanto supone una muestra única de un estilo artístico que, por circunstancias históricas, prácticamente brilla por su ausencia en nuestra tierra jaenera y andaluza.

Capitel con cabeza humana, piñas y otras cabezas de animales
(foto: archivo propio)

Capitel con cabeza humana y otros elementos vegetales
(foto: archivo propio)

Capitel con león pasante, cabeza de cerdo y otros elementos decorativos
(foto: archivo propio)

Capitel con cabeza de cerdo, piñas (izda.) y una flor (dcha.)
(foto: archivo propio)

Capitel con hojas lanceoladas y otros motivos vegetales
(foto: archivo propio)

Las naves se cubren con sencillo artesonado de madera colocado en el pasado siglo. Al exterior, la techumbre es a dos aguas con teja árabe.
Se accede al presbiterio a través de un arco toral apuntado que apoya en semicolumnas de capiteles labrados con dientes de sierra uno y elementos florales el otro. Originalmente, la cabecera era triabsidal. En el siglo XVIII la cabecera del ábside central se derribó para construir en su lugar un camarín para albergar la imagen de la titular del templo. Dicho camarín presenta al exterior un aspecto turriforme y macizo con cubierta a cuatro aguas. A través de la hornacina central del retablo mayor se aprecia este espacio, cubierto con media esfera y decorado al modo barroco con yeserías policromadas.

Arco toral apuntado que da paso al presbiterio.
Éste es el arranque del ábside central cuya parte externa fue derribada
para colocar un camarín en el siglo XVIII
(foto: archivo propio)

De los ábsides laterales queda sólo parte del situado en la fachada meridional (muy remozado), donde al exterior se aprecian unos canecillos románicos en la cornisa y un ventanal de arco apuntado que aporta luz a la capilla que contiene, antiguamente llamada de Santiago y los Capellanes, hoy del Santísimo Sacramento, cubierta con bóveda de cañón con lunetos.
El ábside norte fue suprimido, seguramente al tiempo de producirse las obras del camarín en el siglo XVIII. En su lugar se edificó una galería de tres arcos de medio punto frontales y uno lateral que apoyan en sencillas columnas, galería pensada para proteger el paso entre el presbiterio y el acceso al camarín, que hay que hacer forzosamente por fuera.

Ábside Sur, junto a la escalinata de acceso al atrio de la iglesia
(foto: archivo propio)

Capilla del Santísimo en el interior del ábside Sur.
Se puede observar en el retablo la tabla de la Adoración de los Magos, pintura del siglo XVI
(foto: archivo propio)

Fachada septentrional donde se encontraba el otro ábside, sustituido en el siglo XVIII por la galería de arcos que se aprecia en la fotografía.
Aún son visibles en esta fachada algunos canecillos románicos
(foto: archivo propio)

Los pies del templo es la zona más moderna, añadida en el siglo XVI, cuando se prolongan las naves para agrandar la iglesia y se contruye una nueva puerta en la fachada principal. Aquí se encuentra el coro, bajo y de sillería, una magnífica pieza renacentista realizada en madera, de rica labra, que se cierra con una reja de madera igualmente renacentista.

Sillería y reja del coro
(foto: archivo propio)

En el exterior, el elemento de mayor interés es la fachada principal, que es la del mediodía (lado de la Epístola) y por la que se accede al templo. Esta fachada preside un amplio atrio, elevado sobre las viviendas a causa de la pendiente del terreno y por lo cual está reforzado por recios contrafuertes. Supone uno de los mejores miradores sobre el caserío de Santisteban. La escalinata de acceso al mismo desde la calle desemboca en un pórtico que recorre la fachada compuesto de cinco arcos frontales y uno lateral, todos de medio punto, que apoyan en pequeños pilares de ladrillo de sencillos capiteles. Este pórtico es una obra de la primera mitad del siglo XVII y cobija las dos portadas principales. La más antigua es también la más cercana a la cabecera del templo. Se accede a ella por triple escalón. De vocación gótica, posee aún detalles tardorrománicos. Ligeramente abocinada, la puerta en sí presenta arco de medio punto abarcado por tres arquivoltas apuntadas: sin ornamento la primera, con toscos prismas esquemáticos la segunda, y puntas de diamante la tercera. El conjunto descansa sobre sencillas columnitas sin capitel que sostienen la línea de imposta.
La otra portada, abierta en el mismo muro en los pies del templo, es posterior (segunda mitad del siglo XVI) y muy sencilla, con arco de medio punto de grandes dovelas y jambas de sillería.
Las puertas labradas en madera de ambas portadas son del siglo XVI, confeccionadas por artesanos locales, el maestro carpintero Blas Hidalgo y el maestro de cuchillería Martín Lozano.

Atrio de la iglesia y pórtico de la fachada principal
(foto: archivo propio)

Portada principal protogótica, la más antigua de la iglesia
(archivo propio)

El resto de elementos en el exterior a destacar serían la torre campanario, de planta rectangular (la edificación más antigua del conjunto puesto que se trata en realidad de una antigua torre albarrana del castillo); los ya mencionados ábside sur y la galería norte, esta última junto al huerto o antiguo cementerio de la extinta parroquia; y algunos canecillos de la antigua decoración románica tanto en la fachada meridional como en la septentrional.

PATRIMONIO MUEBLE DE LA IGLESIA DE SANTA MARÍA DEL COLLADO

Posee este templo interesantes piezas artísticas entre su patrimonio mueble.
Entre las obras pictóricas destacan dos tablas insertas en el retablo mayor sobre la vida de San Esteban y otra más que representa la Adoración de los Magos, en este caso situada en el retablo de la capilla del Santísimo. Estas pinturas, de dibujo algo torpe, fueron realizadas en torno a 1530 y se atribuyen al pintor ubetense Pedro Ortega, quien por estas fechas testifica sobre las mismas. En cualquier caso, se vinculan a la órbita italianizante del pintor italiano, afincado en Úbeda, Julio de Aquiles.
El antiguo retablo mayor, de estilo plateresco, fue destruido en la guerra civil. Había sido donado por el cardenal Esteban Gabriel Merino, nacido en Santisteban del Puerto,  y que fue obispo de la diócesis de Jaén entre 1523 y 1535. De aquel retablo sólo queda, además de las referidas tablas, el medallón que lo coronaba con la efigie de Dios Padre en altorrelieve, obra del prestigioso escultor e imaginero afincado en Jaén, Sebastián de Solís.
El magnífico coro de madera de la iglesia, ya descrito, consta de sillería y reja abalaustrada. Posee una rica decoración de tipo manierista consistente en flameros, querubines, veneras, molduras roleadas, etc.
Una de las piezas más interesantes, y posiblemente la más antigua, que se conserva en el templo es la pila bautismal de piedra con elementos geométricos en relieve. Se la ha datado incluso en época visigótica.
Por último, no podemos olvidar la talla de la titular del templo y patrona de Santisteban del Puerto, la Virgen del Collado, obra del insigne escultor local Jacinto Higueras Fuentes que la esculpió en 1940 para sustituir a la antigua imagen del siglo XIII destruida en 1936 durante el transcurso de la guerra civil.

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Tablas de la vida de San Esteban en el actual retablo mayor
(foto: archivo propio)

Medallón con el altorrelieve de Dios Padre, obra de Sebastián de Solís, en el actual retablo
(foto: archivo propio)

Retablo mayor actual, a imitación del antiguo de estilo renacentista
(foto: archivo propio)

Detalle de la reja del coro
(foto: archivo propio)

Pila bautismal
(foto: archivo propio)

Primer plano de la image de la Virgen del Collado, obra de Jacinto Higueras Fuentes
(archivo propio)

 
Bibliografía:

- VVAA. Guía Artística de Jaén y su Provincia. Sevilla, 2005.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
www.romanicoaragones.com