Monumentos Naturales de Jaén: el Olivo de Fuentebuena en ARROYO DEL OJANCO


Olivo de Fuentebuena
Comparen el tamaño del árbol con el de la persona que hay bajo él
(foto: archivo propio)

Nombre: Olivo de Fuentebuena
Especie: Olea europaea subsp. europaea 
Localización: NE de la Provincia de Jaén
Comarca: Sierra de Segura
Municipio: Arroyo del Ojanco
Altitud: 660 m. sobre el nivel del mar
Edad aproximada: Se desconoce. A principios del siglo XIX ya era un olivo singular por su tamaño.
Dimensiones: 10 m. de altura; 1,30 m. de altura del fuste; 4,80 m. de perímetro en la base del fuste; 12 m. de diámetro de la copa; 280 m3 de volumen.
Distancia a Arroyo del Ojanco: 3,7 km.
Acceso: N-322 / JA-9114

Efectos de luz entre las ramas del Olivo de Fuentebuena
(foto: archivo propio)
¿CÓMO LLEGAR?

Mapa de localización del Olivo de Fuentebuena
(mapa: Editorial Alpina)
 

Arroyo del Ojanco se encuentra sobre la N-322 Córdoba-Valencia, que atraviesa la localidad de extremo a extremo. Dentro del casco urbano, punto kilométrico 215, sale a la derecha (dirección Valencia) una pequeña carretera, la JA-9114 en dirección a Beas de Segura. A 3,7 km. de Arroyo del Ojanco se llega al cruce con la JA-9115 (Prados de Armijo). Aquí se halla la cortijada de Fuentebuena, junto al arroyo del Ojanco (curso fluvial que da nombre al pueblo) y nuestro monumental olivo, cuya copa se aprecia fácilmente desde la carretera.

El Olivo, junto al cauce del arroyo del Ojanco, desde los arruinados cortijos de Fuentebuena.
Se aprecia su gran tamaño entre los olivos circundantes
(foto: archivo propio)


EL ENTORNO

Se trata de una zona de olivar de montaña situada aún sobre suaves laderas en el valle del arroyo del Ojanco, que se abre hacia el Oeste, muy cerca del límite con el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. Nuestro olivo concretamente se halla a unos 660 metros de altitud. Situado muy cerca del cauce del arroyo, se rodea de otros ejemplares de su especie (Olea europaea subsp. europaea), en todo caso de mucho menor tamaño. En las inmediaciones hay también ejemplares de almendro (Prunus dulcis) y junto a la ribera del arroyo algunos chopos (Populus nigra), olmos (Ulmus minor) y zarzas (Rubus ulmufolius).

EL OLIVO DE FUENTEBUENA

Si por algo se caracteriza Jaén es por sus olivos. Los hay muy ancianos y los hay también de gran porte (lo que no tiene que ver con su edad) repartidos por diferentes municipios de la geografía provincial. La singularidad del olivo de Arroyo del Ojanco radica, más que en su edad, en sus dimensiones gigantescas, por lo que ha sido propuesto para ser declarado Monumento Natural de Andalucía. Se dice de él que es el olivo más grande del mundo, y posiblemente lo sea, pues las cifras que arrojan sus medidas, referidas en la ficha al comienzo del artículo, nos hablan de un ejemplar único. A ello habría que sumar su capacidad productiva, que ronda los 600 kg. de aceituna por campaña (un olivo adulto en regadío no suele llegar a los 70 kg.).
Las dos grandes ramas (de 2,10 y 2,80 m. de perímetro) que se bifurcan de su grueso fuste soportan todo el peso de la copa, que llega a ser de tal magnitud -especialmente cuando se desarrolla el fruto- que obliga a su denso follaje a descansar sobre el suelo en muchos extremos de la copa.
En fin, todo en este portentoso espécimen es de record guinness.
Tan dilatada historia centenaria ha generado algunos relatos legendarios en torno a este olivo, como que fue plantado en época de los romanos (que edificaron por cierto una magnífica villa a escasos centenares de metros de Fuentebuena) o por unos frailes tras la reconquista cristiana de estas tierras. Otra versión afirma que su tamaño, tan dispar con el de los olivos que lo rodean, se debe a que nació a partir de una ramita bendecida un Domingo de Ramos.

Tronco anciano y retorcido del Olivo de Fuentebuena
(foto: archivo propio)

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Olivo de Fuentebuena
(fotografías: archivo propio)

Bibliografía:

- VVAA. Árboles y Arboledas singulares de Andalucía. Jaén. Sevilla, 2004.


 

Ermitas de Jaén. Ermita del Cristo de Chircales de VALDEPEÑAS DE JAÉN


Cuadro del Santísimo Cristo de Chircales, patrón de Valdepeñas de Jaén
(foto: archivo propio)

Valdepeñas de Jaén y su Cristo de Chircales, patrón de la villa, son un todo. No se entienden lo uno sin lo otro. Valdepeñas profesa una intensa devoción hacia esta imagen de Cristo crucificado, representado en un lienzo casi tan antiguo como el propio pueblo. Desde el siglo XVI en que se fundara la villa y llegara el icono a este recóndito rincón de la Sierra Sur de Jaén, la fe que los valdepeñeros le profesan no ha hecho otra cosa que acrecentarse. El epicentro de tal devoción es su ermita, situada a escasos kilómetros de Valdepeñas, y de la que hoy nos ocupamos.

¿CÓMO LLEGAR?

Si tomamos como punto de partida la Plaza de la Constitución de la localidad, donde se encuentran la iglesia y el ayuntamiento, debemos tomar la calle Bahondillo en dirección Oeste. A 300 metros seguimos por la calle Santa Ana, continuación de la anterior, que nos sacará de Valdepeñas por una pequeña carretera asfaltada que cruza el cauce del río Ranea. La ermita de Chircales se encuentra a 5 km. del pueblo.

Ermita del Santo Cristo de Chircales, en el corazón de la Sierra Sur
(foto: archivo propio)

UN POCO DE HISTORIA

Antes de la fundación de la villa en 1539 ya existía en el cercano paraje de Chircales una comunidad de ermitaños que habitaban unas cuevas situadas en la ladera del cerro de Montesinos a más de 900 m. de altitud. A falta de excavaciones arqueológicas que lo confirmen, realmente la ocupación de estas cuevas -cuatro en total- podría incluso retrotraerse a los primeros siglos de nuestra era, pues está constatada arqueológicamente la presencia de pobladores romanos y posteriormente visigodos en el solar de la actual localidad de Valdepeñas y en la zona del Castellón (en las proximidades de la ermita).
En cuanto a la procedencia del nombre de Chircales, se desconoce por el momento, aunque Martínez Cabrera apunta a que probablemente se trate de una derivación del vocablo mozárabe Chircua, que hace referencia al género botánico quercus, al que pertenece, entre otras especies arbóreas, el quejigo, abundante en otras épocas en toda esta zona.
La noticia más antigua que se tiene del eremitorio de Chircales data de 13 de Abril de 1566, en que un vecino del pueblo, Juan Ruíz Castellano, funda un patronato (donación de un pedazo de tierra) en el que figura como administrador el primer ermitaño con nombre y apellidos de que se tiene constancia: Pedro Fernández. Estas obras pías para con la comunidad serán práctica habitual entre los vecinos de Valdepeñas a partir de estos momentos.
De los documentos de esta primera época se deduce que los ermitaños ya habitaban las cuevas de Chircales antes de la fundación del patronato de Juan Ruíz Castellano. No se menciona construcción religiosa de ningún tipo aún, por lo que utilizarían la cueva principal (anexa a la actual ermita) como lugar para sus rezos. Pronto el lugar se convertiría en un discreto punto de peregrinación.
Nombres propios de eremitas en esta primera época son el Maestro Gaspar Lucas, padre espiritual de la pequeña comunidad hasta 1590, o Ginés de Nápoles. Bajo la dirección de este último (1590-1609) se producen los dos hechos más relevantes de la historia de Chircales: la llegada del cuadro del Santo Cristo y la construcción de la ermita y la primera casa de la comunidad, lo que supone el abandono de las cuevas por parte de los ermitaños.
En el inventario de 1609 ya aparece el lienzo del crucificado. Fuera de los límites legendarios que envuelven la sagrada imagen y su llegada a Chircales, de lo cual existen diferentes versiones (aparición milagrosa, pastorcillos que la encuentran en la cueva, arrieros que la portan entre su mercancía y los ermitaños se la quedan...), lo más probable es que el lienzo fuera encargado a algún pintor de Jaén por el propio Ginés de Nápoles. Representa la escena del Calvario, con Jesucristo crucificado, San Juan y la Virgen María a sus pies y un ermitaño, de rodillas tras la Cruz, vestido con el hábito de San Pablo, que bien podría ser el propio Ginés de Nápoles, aunque este punto es sólo una hipótesis.
En cuanto al conjunto de la ermita y la casa de la comunidad, sufrirán tantas remodelaciones con el paso del tiempo que hoy no queda prácticamente nada de la construcción original.
La epidemia de peste de 1647-49 tuvo una especial incidencia sobre Valdepeñas, produciéndose cuantiosas bajas entre la población. Por esta razón, a partir de mediados del siglo XVII la devoción por el Santo Cristo de Chircales se incrementa considerablemente al suponer el consuelo divino la única salida a la desesperada situación de un pueblo que agoniza. La prueba de ello la tenemos en las abundantes donaciones (bienes y dinero) que recibe la ermita y las innumerables misas que los testadores dejan estipuladas en sus últimas voluntades.
En el año 1707 la ermita se encuentra en obras y sufre una remodelación que se alargará -con intermitencias- varias décadas, hasta la prelatura del Obispo Fray Benito Marín (1750-1769).
En los documentos de la primera mitad del siglo XVIII es cuando surge por primera vez la denominación de "santuario", lo que le confiere al lugar un status jurídico más elevado debido a las fundaciones -cada vez más relevantes económicamente- que se realizaban en Chircales, amén de una mayor afluencia de peregrinos y devotos que comenzarán a ofrendar a su Cristo exvotos de todo tipo, por los que este santuario se ha caracterizado siempre. El caudal económico va en aumento. Mediada la centuria, el santuario ya cuenta con un administrador propio y un capellán nombrado por el Obispo.
En el año 1772 fallece el último eremita de Chircales, con lo que se pone punto y final a la existencia de una comunidad que había cuidados del santuario durante más de dos siglos.


Escudo del Obispo de Jaén, Fray Diego Melo de Portugal, sobre la puerta de la ermita
(foto: archivo propio)

En torno al año 1804 el santuario sufre otra gran remodelación, siendo Obispo de Jaén Fray Diego Melo de Portugal (1795-1816), prelado que vivió algunos años en Valdepeñas de Jaén en un pequeño palacio episcopal que aún se conserva (esquina de la Calle Parras con Calle Obispo) y murió aquí el 22 de Enero de 1816. Es en esta época -primer tercio del siglo XIX- cuando se puede afirmar que el santuario alcanza su época de mayor esplendor. El rico patrimonio (tierras, casas, molino de aceite) se une a una devoción que traspasa los límites locales. Gentes de Martos, Fuensanta, Los Villares o Castillo de Locubín acuden en masa a venerar al Cristo de Chircales.
El nacimiento de la Cofradía del Santísimo Cristo de Chircales parece que guarda relación con la epidemia de cólera de 1834, tras la que un grupo de vecinos, agradecidos por haberse librado de la enfermedad, se comprometen a organizar la fiesta en honor al Cristo cada 14 de Septiembre.
En 1924 vuelve a restaurarse la ermita por iniciativa de los señores Don Miguel Henríquez de Luna y su mujer Doña María del Rosario Baíllo.
Finalmente, en 1974 y por suscripción popular el santuario afronta su última restauración. Es entonces cuando se le dota de electricidad.

LOS EREMITAS DE CHIRCALES

La fundación del eremitorio de Chircales cerca de Valdepeñas de Jaén se enmarca en el ambiente espiritual y místico que inunda la España del XVI. La Diócesis de Jaén no será una excepción. La presencia de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz por estas tierras, unida a la predicación de San Juan de Ávila desde la Universidad de Baeza -creando una verdadera escuela de discípulos amantes de su magisterio y ejemplo de vida-, será fundamental en el nacimiento del movimiento eremítico, del que forma parte nuestra comunidad de Chircales.
Con la preceptiva licencia por parte del Obispado de Jaén, estos ermitaños de Chircales fundaron una humilde comunidad, adoptando la regla de San Pablo. Su vida era de silencio, trabajo, oración, ayuno y penitencia. Unos laicos, otros sacerdotes, en general se trataba de personas sencillas que vivían de su trabajo en el campo o cuidando ganado, de las limosnas de la gente y muy pocos de sus propias rentas. Vestían túnica de lino, tipo franciscano, recogida por un cíngulo. El encargado de recibirlos en Chircales era el patrono de la obra pía. Éste, atendiendo a las cualidades del interesado y del propio grupo, decidía admitirlo o rechazarlo. El postulante, previa experiencia de convivencia con los demás hermanos, era autorizado para pedir el hábito, que era impuesto por el párroco de Valdepeñas, previa autorización del Obispo.
 
LAS CUEVAS DE CHIRCALES

Como se ha apuntado anteriormente, existen hasta cuatro cuevas, situadas en las proximidades de la ermita. Tres de ellas se encuentran hoy en una finca privada, en la parte alta del santuario. La más interesante y conocida es la denominada "Cueva de los Milagros". Anexa a la ermita, es la más grande de todas y se puede visitar. Aunque se trata de una cueva natural, han sido picados los laterales y la parte alta hasta formar una bóveda. Posee dos pilares de roca natural, labrados toscamente, a modo de sostén del techo. El fondo de la cueva se estrecha un poco y se halla en esta parte una hornacina en la pared donde hoy se ha colocado un pequeño altar. Se deduce que ésta pudo ser la cueva utilizada como oratorio en los primeros momentos de existencia del eremitorio.

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Dos imágenes del interior de la llamada "Cueva de los Milagros", junto a la ermita de Chircales.
(fotografías: archivo propio)

LA ERMITA DEL CRISTO DE CHIRCALES

El edificio de la ermita de Chircales es una construcción sencilla, de pequeñas dimensiones. Tiene planta rectangular cubierta con bóveda esquifada. La zona del presbiterio queda elevada, accediéndose mediante escalinata central. Tras el altar se alza el retablo que contiene el lienzo del Cristo de Chircales, enmarcado por dos columnas corintias que sostienen un entablamento rematado por frontón semicircular decorado en su centro por un medallón con el Corazón de Jesús rodeado de potencias doradas. En los muros laterales se abren sendas hornacinas que contienen las imágenes de San Miguel (izquierda) y Santa Gertrudis (derecha), ambas del siglo XVIII. Sobre las hornacinas se sitúan escudos en madera policromada del Obispo de Jaén, Fray Benito Marín (1750-1769). Los paramentos de la ermita quedan decorados con un zócalo de bellos azulejos. 

Interior de la ermita de Chircales
(foto: archivo propio)

El exterior es sencillo. La única fachada exenta es la principal, dado que el oratorio queda rodeado de otras construcciones del santuario. La puerta adintelada tiene sobre ella el escudo de Fray Diego Melo de Portugal y Villena (Obispo de Jaén entre 1795 y 1816), del que ya apuntamos su relación con Valdepeñas. Sobre el escudo, un óculo, y remata la fachada una pequeña espadaña.
El entorno del acceso a la ermita es muy agradable. Nos dan la bienvenida frondosos árboles que dan buena sombra, una pequeña cascada de agua y un humilladero de piedra. Un gran arco de medio punto en ladrillo junto a la antigua casa de la comunidad eremita nos introduce en la lonja de la ermita, con su pequeña fuente y dos altas palmeras, celosas centinelas del Santo Cristo de Chircales.

Entrada al santuario, con la pequeña cascada a la derecha y la cruz de humilladero a continuación
(foto: archivo propio)
 

Arco de entrada a la lonja de la ermita
(foto: archivo propio)

Rincón de la lonja de la ermita con macetas y una fuente de piedra
(foto: archivo propio)

Fachada de la ermita
(foto: archivo propio)
 

Bibliografía:

- Infante Martínez, Juan. Historia de la Cofradía del Cristo de Chircales. En Lugia (nº 16, 18, 20, 22).
- Martínez Cabrera, Félix. Chircales y su Cristo. Jaén, 2000.
- Martínez Cabrera, Félix. Historia de Valdepeñas de Jaén. Jaén, 2003.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
Valleclaro (Blog sobre Valdepeñas de Jaén).