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Iglesias de Jaén. Antigua y Nueva Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de POZO ALCÓN


Aspecto exterior de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de Pozo Alcón
(foto: archivo propio)

El que fuera el bien patrimonial más importante de Pozo Alcón, su Iglesia parroquial bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación -un edificio de principios del siglo XVII-, fue derruido a mediados de los años sesenta del siglo pasado, constituyendo éste uno de esos casos de grave atentado contra el patrimonio artístico que pudo haberse evitado.

UN POCO DE HISTORIA

El pueblo de Pozo Alcón comienza su historia tras la conquista de Granada en 1492. Esta zona entre las provincias de Jaén y Granada, llana y extensa, denominada anteriormente "Campo Cuenca" por la presencia en este lugar del castillo homónimo, constituyó una peligrosa línea de frontera directa con el reino nazarita hasta prácticamente los últimos momentos de existencia de éste. Ello retardó los movimientos repobladores en el extremo sureste de la actual provincia de Jaén, que se llevaron a cabo a finales del siglo XV y principios del XVI.
Primero bajo la jurisdicción del concejo de Úbeda, y a partir de 1564 del de Quesada, el Pozo de Campo Cuenca era un modesto conjunto de cortijos ubicados en lo que hoy se conoce como el barranco de Casas Viejas -al noroeste del actual núcleo-, que a finales del siglo XVI contaba con 80 vecinos (alrededor de unos 350 habitantes aproximadamente). El actual núcleo de población debió surgir entre finales de esta centuria y principios del XVII en torno a la actual Placeta del Tío Fiera, donde confluyen las calles Venta y Era Alta, prolongándose el crecimiento por las calles Monje, Las Parras y Santo. Precisamente en la Placeta del Santo se levantaba uno de los dos edificios religiosos que mencionan los documentos de 1618, la ermita de Santa Ana, patrona de Pozo Alcón, hoy desaparecida. El otro era la también desaparecida Iglesia parroquial del lugar, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación, ubicada en el mismo emplazamiento donde hoy podemos contemplar a su sustituta.

LA ANTIGUA IGLESIA

El edificio, que debió construirse a principios del siglo XVII, en los momentos de consolidación del nuevo núcleo poblacional, respondía al esquema de templo de planta rectangular de tres naves -la central más alta y ancha que las laterales-, separadas por arcos formeros de medio punto. El coro se situaba en alto a los pies del templo, mientras que en la cabecera el presbiterio se cubría con cúpula de media naranja sobre pechinas. Tenía varias puertas de acceso, siendo la principal la de la fachada nordeste. La torre campanario presentaba dos cuerpos: el inferior de base poligonal y el cuerpo de campanas, este último cilíndrico con huecos de medio punto. Se cubría con un esbelto chapitel. Esta torre fue sustituida en la década de 1930 por otra de ladrillo.
En el interior destacaba el retablo mayor, rematado en su ático con el grupo escultórico representando el momento de la Anunciación del ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios.

Antigua fotografía, de los años 30, en la que se aprecia la parte trasera (cabecera)
del antiguo templo de Pozo Alcón

Fotografía de los años 40 donde de nuevo se observa la parte trasera del antiguo templo


Antiguo retablo mayor de la parroquia en una fotografía anterior a 1936

UN NUEVO TEMPLO PARA POZO ALCÓN

Los problemas para el antiguo templo parroquial comenzaron en la década de los años cuarenta del siglo pasado con una desafortunada intervención. Para dar mayor amplitud al paseo, las autoridades municipales ordenaron la demolición de los muros de contención que apuntalaban la nave central y servían de descarga de fuerzas de la pesada cúpula del crucero. Las consecuencias no tardaron en hacer su aparición: la cubierta se agrietó, los arcos se deterioraron por la sobrecarga y uno de los muros amenazó con desplomarse. Unas tirantas de hierro -que empeoraron considerablemente la estética de la construcción-, paliaron durante algún tiempo el desastre, pero unos movimientos sísmicos vinieron a evidenciar el delicado estado del edificio: la cúpula se derrumbó parcialmente y el edificio perdió solidez. Cualquier tormenta agravaba la cimentación de la iglesia, que recibía además las aguas mal canalizadas de la empinada calle Monje.
Así las cosas, sólo cabían dos opciones: o rehabilitar el templo o proceder a su sustitución por un nuevo edificio. En 1965, por iniciativa del entonces cura párroco, apoyado por la correspondiente comisión episcopal, aunque con el desagrado mayoritario del pueblo poceño, se acordó la demolición del viejo templo.
Se encargó al arquitecto Ambrosio del Valle la redacción de un proyecto para levantar un nuevo templo más acorde, según se argumentó, con los cánones litúrgicos del Concilio Vaticano II.

Aspecto exterior del templo construido en los años 60 en sustitución del antiguo. Pozo Alcón
(fotografía de los años 90)

Interior del templo parroquial de los 60. Vista de la amplia nave y presbiterio
(fotografía de los años 90) 

El aspecto tanto exterior como interior de la iglesia, propio por otra parte de los templos de los años 60, se mantuvo tal cual hasta el año 2002, cuando se emprendieron unas reformas integrales que supusieron un lavado de cara para el edificio, modificando sustancialmente su estética hacia otra de regusto regionalista.
La nueva iglesia, situada sobre el solar de la antigua, tiene idéntica orientación, con los pies hacia el nordeste y la cabecera hacia el suroeste. Cuenta con una amplia nave central y, separada mediante arcos formeros de medio punto, una lateral en el lado del Evangelio (fachada del mediodía), ésta más baja y sobre la que, exteriormente, se sitúa una galería porticada de arcos de medio punto. La techumbre, decorada con un artesonado de madera, es adintelada y reforzada por arcos escarzanos que apoyan sobre pilares en ladrillo. En los muros laterales se abren grandes ventanales de arco de medio punto decorados con coloristas vidrieras. La cabecera es poligonal, y en los pies se sitúa un amplio coro en alto.

Aspecto interior del templo reformado en 2003. Nave principal y presbiterio al fondo
(foto: archivo propio)

Coro en alto en los pies del templo
(foto: archivo propio)

Posee dos portadas. La principal (fachada nordeste) es simple, adintelada, sobre la que se sitúa un amplio ventanal con vidriera y cruz latina superpuesta. Toda ella queda enmarcada por dos grandes pilastras en ladrillo que recorren la fachada. La portada lateral (fachada del mediodía), es de sencillo arco de medio punto en ladrillo. La torre, de base rectangular, es muy esbelta, y se localiza en el ángulo suroeste del edificio, junto a la cabecera, emplazamiento que no se corresponde con el que ocupaba el campanario de la antigua iglesia.

Torre campanario y fachada del mediodía con la galería de arcos de medio punto
(foto: archivo propio)

Destacan como elementos interesantes el lienzo de la Anunciación, una reproducción de la obra homónima de Francisco de Goya, y los retablos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, del artista Ramón Salarich.

Santa Ana, patrona de Pozo Alcón, en la Iglesia parroquial de La Encarnación
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Moreno Moreno, Manuel. Pozo Alcón, Historia ilustrada de un pueblo. Baza, 1998.
- VVAA. Jaén, Pueblos y Ciudades. Jaén, 1997.
- "Sierra del Pozo", revista cultural.



 

Del Jaén perdido... Nazarenus Jiennensis. Nuestro Padre Jesús Nazareno de LINARES


Nuestro Padre Jesús Nazareno en la Iglesia de San Francisco.
Fotografía tomada en el año 1890.


BREVE HISTORIA DE LA COFRADÍA

Mientras en otras villas y lugares de la actual Provincia de Jaén la fundación de Cofradías para dar culto a Jesús Nazareno surgieron en el seno de Conventos de la Orden Carmelita, en el caso de Linares será en el Convento de San Francisco de Asís, fundado en 1554, donde tenga lugar el alumbramiento de la Cofradía llamada "de Santa Elena". Esta advocación hacía referencia a la emperatriz Elena, madre de Constantino, que mandó excavar en Jerusalén, en el lugar del Gólgota donde había sido crucificado Jesucristo, para encontrar la "Vera Cruz" o Verdadera Cruz, como así dice la leyenda que sucedió (véase el anterior artículo de esta sección: El Nazareno de Mancha Real). De ahí que, con populares denominaciones como "de las Cruces" o "de los Nazarenos", se les conociera también a estas cofradías instituidas para dar culto a Jesús con la cruz a cuestas.
La Cofradía linarense surgió en fecha indeterminada en la segunda mitad del siglo XVI, es decir, entre la fundación del convento franciscano en 1554 y 1601, año del que datan sus primeros estatutos, siendo obispo de Jaén Don Sancho Dávila y Toledo.
El siglo XVIII será de especial esplendor para la cofradía, convirtiéndose ya entonces en la más popular de Linares y llegándose incluso a realizar pujas entre los hermanos para sacar la imagen, como demuestra un documento de 1754.
En el año 1772 ingresa en la Cofradía el Ilustre Intendente Don Pablo Antonio José de Olavide, fundador de las Colonias de Sierra Morena, el cual propuso el nombramiento de Hermano Mayor Honorario al entonces príncipe Don Carlos de Borbón, futuro rey Carlos IV, quien en agradecimiento le concedió a la Cofradía el título de "Real".
Al año siguiente, en 1773, se reforman los estatutos, que de nuevo serán renovados en julio de 1909, fecha en la que la cofradía cambia su nombre por el "Cofradía de Nuestro Padre y Redentor Jesús Nazareno".

LA ANTIGUA IMAGEN DEL NAZARENO Y LOS ACONTECIMIENTOS QUE LLEVARON A SU DESAPACIÓN

La ola de anticlericalismo que inunda España en las fechas previas a la proclamación de la II República el 14 de Abril de 1931, afecta sin duda a las cofradías linarenses. Especial mención merecen los acontecimientos vividos el Viernes Santo, 3 de Abril de dicho año, en que la imagen del Nazareno es la única en salir en procesión gracias al celo del pueblo linarense, que exige al alcalde de la ciudad la celebración del acontecimiento, presidiendo él mismo el cortejo. Para más seguridad, un grupo de cuarenta o cincuenta personas de etnia gitana rodearon el trono del Nazareno en todo el recorrido, sustituyendo los cirios por garrotes. Curiosamente, la misma situación descrita vuelve a tener lugar en la Semana Santa de 1933, ya que en el año anterior, en 1932, no sale ninguna procesión a la calle. Tampoco en 1934 y siguientes, hasta llegar a la fatídica fecha de 1936 en que estalla la Guerra Civil.
La fotografía que ilustra la cabecera del artículo es bastante antigua, data del año 1890 y nos muestra la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su templo de San Francisco. Posiblemente no sea la original que tuviera en sus inicios la cofradía, pues esta talla tiene rasgos barrocos y por sus rasgos estilísticos se puede atribuir a algún escultor de la escuela granadina del XVII. De gran porte y mirada perdida hacia el suelo, la elegante talla viste una magnífica túnica de terciopelo morado bordada en oro, y se complementa con peluca de pelo natural y corona de espinas en plata trenzada. Fue destruida, al igual que la titular mariana de la cofradía, Nuestra Señora del Mayor Dolor, durante la Guerra Civil. La Iglesia de San Francisco, por encontrarse junto al edificio de Correos y Telégrafos, no fue incendiada, pero todos sus altares e imágenes son sacadas a la plaza y quemadas en una pira. Sólo quedó la cruz del Nazareno.
Tras la contienda, en 1940, la cofradía encarga una nueva talla de Jesús Nazareno al escultor cordobés Juan Martínez Cerrillo. Hubo dos corrientes en la sustitución de las obras perdidas. Por un lado estaban las cofradías que pidieron a los escultores la realización de tallas que se parecieran a las destruidas. Por otro lado, y quizás con el ánimo de olvidar el triste pasado inmediato, otras cofradías dieron carta blanca a los artistas, resultando imágenes que poco o nada tenían que ver con las de antaño. El nuevo Nazareno para Linares habría que incluirlo en las imágenes del primer grupo, realizando Cerrillo una obra muy cercana a la desaparecida en la guerra. Finalmente esta imagen sería donada a la Parroquia de la Inmaculada de la Estación Linares-Baeza, constituyéndose en torno a la misma una cofradía. El escultor cántabro Víctor de los Ríos sería el encargado de realizar una nueva talla del Nazareno para Linares en 1960.

Junta directiva de la Cofradía junto a la imagen del Nazareno.
Fotografía de finales del siglo XIX


NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO Y LINARES

El Nazareno y Linares suponen un complejo tándem de profundas raíces folclóricas, históricas y sociales. Es la devoción más arraigada en el pueblo, que lo venera con Fe inquebrantable desde hace casi cinco siglos, desde que los frailes franciscanos alentaran el fervor por Jesús con la Cruz a cuestas. Ya desde el siglo XVI se celebraba el llamado "Sermón de los Nazarenos", un simulacro relacionado con el episodio de la Sentencia a Cristo, que protagonizaban los propios frailes y algunos vecinos. Tras la representación, tenía lugar la procesión a la que acudían los hermanos con túnica, corona de espinas y cruz de madera al hombro. Desde tiempo inmemorial también se procedía a cunducir la imagen hasta el antiguo ejido de San Sebastián -zona en la que actualmente se levanta la iglesia de San Agustín-, donde por la mañana Jesús Nazareno bendecía con su brazo articulado y por tres veces campos y personas en un momento de íntimo recogimiento y respeto. Esta ceremonia continúa celebrándose en la actualidad, aunque el escenario se ha cambiado por la Glorieta de América, al final del Paseo de Linarejos.
En cualquier caso, antes y ahora, la multitud se agolpa ante Cristo Nazareno, Linares entero baja la cabeza, reza, llora, aclama a su imagen predilecta. Desde que aparece por la puerta de San Francisco entre las sombras de la madrugada hasta que regresa a su casa en el mediodía del Viernes Santo, una marea humana devota acompaña, cual Cirineo, al Señor de Linares.
Precisamente en los años de la II República que referíamos anteriormente, años de ausencia de las queridas imágenes de pasión por las calles linarenses, el diario "La Unión", en 1934, hacía una melancólica semblaza de la Semana Santa de la ciudad. De la Cofradía del Nazareno se podía leer: "Cuenta con mayor número de devotos que otras imágenes, prueba evidente de ello es que desde las cinco de la mañana hasta las doce dura el desfile por las calles. En la de Tetuán resulta imposible detenerse para presenciar el desfile sin disponerse a permancer apretujado por los millares de personas".

Nuestro Padre Jesús Nazareno impartiendo la bendición
en el Ejido de San Sebastián. Año 1890.
  
Bibliografía:

- Jiménez Delgado, Francisco. Del Jaén Perdido. Jaén, 2007.
- VVAA. La Semana Santa en el Recuerdo. Diario Jaén, Caja Sur.
- VVAA. Ser Cofrade I. Jaén, 2003.
- VVAA. Ser Cofrad II. Jaén, 2004.



    

Del Jaén perdido... Nazarenus Jiennensis. Nuestro Padre Jesús Nazareno de MANCHA REAL


Antigua talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Mancha Real
Obra de Sebastián de Solís de 1598
Fotografía anterior a 1936

El Domingo 22 de Enero de 1595 se funda la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en el Convento de la Limpia Concepción de Nuestra Señora de Carmelitas Descalzos de La Manchuela, nombre con el que se conoció a Mancha Real hasta 1635. Sólo habían pasado nueve años desde la fundación del propio convento (14 de Octubre de 1586) por San Juan de la Cruz. Desde luego fue mérito de la Orden Carmelitana la difusión por tierras de Jaén de la devoción por Jesús con la cruz a cuestas, devoción por cierto muy querida por el Santo místico, su fundador. Allá donde los frailes carmelitas fundaban un convento, inmediatamente surgía en su seno una cofradía para venerar a Jesús Nazareno. Buenos ejemplos de ello son las Cofradías de Baeza (fundada en 1587), Alcaudete (1592), Jaén (en fecha indeterminada entre 1589 y 1594) y ésta de Mancha Real, nacidas todas ellas al amparo de sus respectivas comunidades carmelitanas.
En realidad, el nombre original de la hermandad de Mancha Real, como tantas otras en esta época, era el de "Cofradía de la Cruz de Santa Elena". Esta denominación se refiere al hecho de que fuera la madre del emperador Constantino la que mandara buscar en Jerusalén, hacia el año 326, la "Vera Cruz" o Verdadera Cruz en la que había sido crucificado Jesucristo, para lo cual se demolió el templo dedicado a la diosa Venus erigido por Adriano 200 años antes en el monte del Gólgota y se excavó allí hasta encontrar tan preciada reliquia. 
Bajo esta advocación de Santa Elena se encontraba la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, "el Abuelo", de Jaén, de cuyos primitivos estatutos pudo tomar la de Mancha Real el cuerpo de los suyos, mientras que la de Jaén haría lo propio con los de la Cofradía de Baeza, más antigua, dadas las similitudes en los cultos y estilo de la procesión.
Otros puntos en común estrechaban los vínculos entre las Cofradías de Jaén y de la que hasta hacía poco tiempo había sido su aldea, La Manchuela. Nos referimos a la imagen titular. El mayordomo de la Cofradía de La Manchuela, Don Andrés Leal de la Zarza, conviene con el afamado escultor Sebastián de Solís la realización de una insignia y un Cristo con la cruz a cuestas a imitación de la Cofradía de Jaén, entregando a cuenta 13 ducados. Precisamente este dato ha sido revelador para atribuir la autoría de la talla del "Abuelo" de Jaén a tan insigne imaginero. En cualquier caso, el círculo de escultores que por estas fechas trabaja en Jaén no es demasiado amplio, destacando dos figuras de relieve: Salvador de Cuéllar, cuya obra más conocida es el impresionante Crucificado de la Clemencia de la Cofradía de la Magdalena de Jaén, y Sebastián de Solís.
Solís nació probablemente en Toledo a mediados del siglo XVI, aunque se traslada a Jaén en torno al año 1578 afincándose en el barrio de San Ildefonso donde abrirá su taller de imaginería. Se especializó, además, en la construcción  y talla de retablos. Son obras suyas el Calvario del ático del retablo mayor de la Catedral de Jaén, el retablo mayor de la Parroquia de Cambil (Jaén), y el Calvario (Cristo crucificado, buen ladrón Dimas, mal ladrón Gestas, San Juan y Nuestra Señora de los Dolores) de la Congregación del Santo Sepulcro de la capital jiennense, que realiza su estación de penitencia el Viernes Santo por la tarde.
En La Manchuela existía una Cofradía pasionista fundada con anterioridad a la del Nazareno. Se trata de la Cofradía de la Vera Cruz, que con fecha de 1583 se establece en la Parroquia de San Juan Evangelista de la villa. No gustó a esta congregación el alumbramiento de una nueva Cofradía, a pesar de ser fundada en el Convento de padres carmelitas, por lo que se originó un pleito entre ambas que se zanjó finalmente con la aprobación de los estatutos de la Cofradía de Jesús Nazareno. Estos problemas iniciales provocaron el retraso del encargo a Solís de la nueva talla del Nazareno hasta 1598 (tres años después de la fundación de la Cofradía).
Nuestro Padre Jesús salía en procesión -actualmente sigue haciéndolo- en la madrugada del Viernes Santo. También procesionaba la talla el día de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de Septiembre), fiesta estatutaria precedida en la víspera por el "llamamiento" a los hermanos cofrades con cánticos y sones de instrumentos de percusión, tradición que en Mancha Real se conoce con el nombre de "Monidura" (véase en este mismo blog el artículo Las Moniduras de Mancha Real).
La Desamortización de Mendizábal de 1836 acabó con la existencia del Convento de Carmelitas Descalzos de Mancha Real. La exclaustración supuso el traslado de imagen y Cofradía a la Parroquia de San Juan Evangelista, fusionándose a partir de ese año con la Cofradía de la Vera Cruz y conformando así la Congregación "de la Santa Vera Cruz y Nuestro Padre Jesús". El hecho de que la actual Cofradía integre también la imagen del Santo Entierro de Cristo se debe precisamente a esta circunstancia, en recuerdo de una época, durante el XIX, en el que buen parte de las imágenes de pasión se agrupaban bajo una misma Congregación. 
El 24 de Junio de 1874 se inauguraba la Capilla de Nuestro Padre Jesús edificada expresamente para la imagen, situada en los pies del templo en el lado del Evangelio. Obra de Antonio Guzmán, es de estilo neoclásico, a imitación del Sagrario de la Catedral de Jaén.
A principios de la Guerra Civil española, en 1936, la imagen es quemada, salvándose exclusivamente las manos ennegrecidas del Nazareno que actualmente son veneradas en un relicario en su Capilla del templo de San Juan Evangelista. Dicho relicario también se expone en el frontal del paso donde la imagen realiza su estación de penitencia cada Viernes Santo.

Manos del antiguo Nazareno expuestas en un relicario 
en el paso donde la imagen realiza su estación de penitencia
(foto: archivo propio)
 
Como se puede apreciar en las fotografías, la imagen de Jesús Nazareno estaba ricamente vestida con túnica de terciopelo bordado, lucía corona y potencias plateadas y, acorde con las modas de la época, una larga cabellera de pelo alisado.
De las fotografías en blanco y negro expuestas, la que ilustra este artículo al principio del mismo es claramente anterior a la que se muestra más abajo. La primera debió ser tomada a finales del siglo XIX o principios del XX. Muestra a Jesús Nazareno en procesión delante de la portada lateral de la iglesia, obra de Andrés de Vandelvira, sobre su trono de altos candelabros de grandes tulipas. Nótese que falta la figura del Cirineo y la cruz que lleva a cuestas Nuestro Padre Jesús se sostiene mediante una antiestética horquilla metálica. 
"El Abuelo" de Jaén. Foto de Higinio Montalvo. 1862
Curiosamente, en esta misma circunstancia se encontraba la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el "Abuelo", de Jaén, al cual podemos ver en la primera fotografía que se toma de Él en 1862 portando una cruz (que no es la actual) sujetada también con una horquilla. El carácter antiestético de esta horquilla llevó a la Cofradía a encargar la talla de un Simón de Cirene en 1892 que cumpliera su función. Hacemos referencia a este hecho debido a que podemos deducir de las fotografías antiguas que aquí mostramos del Nazareno de Mancha Real, que la Cofradía manchega debió imitar también en este sentido a la de Jaén  

Antigua imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Simón de Cirene
Capilla del templo parroquial de San Juan Evangelista de Mancha Real
Fotografía anterior a 1936

En esta otra fotografía, posterior a la primera, tomada en el interior de la Capilla, aparece el Cirineo detrás de la imagen de Jesús Nazareno, que debió adquirirse después de que la Cofradía de Jaén se hiciera con el suyo. El trono también aparece modificado para dar cabida a la nueva talla, que como la de Jesús Nazareno, perecería en las llamas del 36.


Bibliografía: 

- Del Águila Ayllón, Francisco Manuel. Reseñas Históricas de las Cofradías de Pasión de Mancha Real. Revista La Plaza. Nº 27. 2005.
- Jiménez Delgado, Francisco. Del Jaén perdido. Memoria artítico- religiosa de la Provincia de Jaén. Jaén, 2007.
- Ortega y Sagrista, Rafael. Orígenes de la Imagen y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Jaén. Boletín nº 1 de la Cofradía. 1982.



   

Del Jaén perdido... Nazarenus jiennensis. Cristo de la Espina de ÚBEDA

Primer plano del rostro y detalle de la mano del Cristo de la Espina de Úbeda
(fotografía de los años 20)

Inauguramos hoy esta sección de la Semana Santa de 2013, "Nazarenus jiennensis", en la que realizaremos un recorrido visual e histórico por algunas de las imágenes de Jesús Nazareno perdidas en los luctuosos acontecimientos de la guerra civil española en nuestra Provincia de Jaén.
Y comenzamos la sección con la que considero la mejor imagen de Jesucristo representado en cualesquiera de los momentos de su pasión redentora: el "Cristo de la Espina" de Úbeda.



HISTORIA DE LA IMAGEN

Denominado a lo largo de los tiempos "Jesús Caído", "Dulce Jesús" y muy especialmente "Cristo de la Espina", era ésta una impresionante, portentosa escultura de Jesús en el momento de caer por tercera vez bajo el peso de la cruz en la Vía Dolorosa hacia el Calvario, una escena que, por cierto, no recoge ninguno de los Evangelios y pertenece más bien a la tradición popular.
De autor desconocido, se ha atribuido este Cristo, por su enorme calidad artística, a imagineros de la talla de Juan Martínez Montañés, José Risueño y últimamente a José de Mora (1638-1725) o su círculo habida cuenta de las similitudes que presenta con la obra de este imaginero granadino. Por otra parte, la presencia de un Cristo caído -que sí se conserva afortunadamente- de similares características en la vecina ciudad de Baeza y atribuido a este escultor, refuerza esta teoría. Además, los escultores de la llamada "escuela granadina" siempre han estado más ligados a nuestra tierra jiennense que los de la sevillana, más alejada geográficamente. A pesar de los clarísimos rasgos "granadinos" de este Cristo, no obstante sería precipitado descartar una posible autoría de Montañés. Según el historiador Ginés de la Jara Torres Navarrete, en su Historia de Úbeda en sus documentos (2005) -Tomo VI-, refiere que la talla que nos ocupa fue un regalo (suponemos que al Convento de Carmelitas Descalzas de Sabiote, que es donde queda depositado) de Doña Ana Félix de Guzmán, hija del I Conde de Olivares, y esposa de Don Francisco Manuel de los Cobos y Luna, II Marqués de Camarasa y a la sazón, Señor de la Villa de Sabiote (el abuelo de éste, el famoso Francisco de los Cobos, secretario del emperador Carlos V, había fundado un mayorazgo con las villas de Sabiote, Torres y Canena, y más tarde, en 1543, el propio emperador concederá el Marquesado de Camarasa al hijo de su secretario, Don Diego de los Cobos, como regalo de boda). El caso es que el citado historiador, Torres Navarrete, afirma que la talla procede de Sevilla y que su autoría podría corresponder a Montañés, que era el imaginero de mayor prestigio en la capital hispalense por entonces. La Casa de Olivares tuvo desde luego relación con el alcalaíno. Si esto fuera cierto, y dado que Doña Ana Félix de Guzmán muere en 1612, no pudo haber encargado la obra al granadino José de Mora, que ni siquiera había nacido para esa fecha. Claro que cabe la posibilidad de que lo hubiera hecho a Pablo de Rojas o Alonso de Mena, precursores de la escuela granadina de imaginería, pero no es este Cristo del estilo de estos autores. Tampoco de Montañés. Sus rasgos, tan característicos del hacer de los Mora, lo acercan casi indiscutiblemente a esta familia de imagineros y muy especialmente a su principal representante, José. Por lo que es muy poco probable que los II Marqueses de Camarasa tuvieran nada que ver con esta imagen, que es claramente posterior.

Procesión del Cristo de la Caída por la Calle Ancha el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 10)

De lo que no cabe duda es que este Jesús Caído es venerado en el convento de las Descalzas de Sabiote, pasando en fecha indeterminada al también carmelitano de Úbeda. Aquí de nuevo vuelven a ser confusos los datos. En la bibliografía consultada se acepta en general el hecho de que el Señor de la Espina pasa por testamento en 1663 al convento de Úbeda de manos de Doña Ana Crespo, monja en el cenobio de Sabiote y que profesará más tarde en las Descalzas de Úbeda, su pueblo (no sabemos más datos acerca de ella ni por qué obraba en su poder la talla). La fuente de esta información procede de la Historia de Úbeda (1906) -Tomo II, Capítulo III- del historiador ubetense Don Miguel Ruiz Prieto. En el apartado que dedica al Convento de la Concepción de Carmelitas Descalzas de esta ciudad, dice: "Muchos bienhechores legaron memorias a este convento, a saber: el Marqués de Santa Cruz de Pan y Agua, dotó, entre otras memorias, en 1684, una fiesta a Jesús Nazareno, cuya imagen nos parece es la que Doña Ana Crespo legó por su testamento, en 1663, a este convento y se colocó en el coro alto, imagen bellísima y de mérito artístico, según nos han informado (...) También existe en el convento una magnífica escultura de Jesús Caído, con su cruz a cuestas, que parece del célebre Montañés. Es una bellísima imagen, acaso la mejor de las que existen en Úbeda. No sabemos su procedencia...". Ruiz Prieto hace claramente alusión a dos imágenes bien distintas. El primer Nazareno, legado por Ana Crespo, y el Jesús Caído, que es nuestro Señor de la Espina, por cierto aquí de nuevo atribuido a Montañés, seguramente por desconocimiento, en un ejercicio de identificación de una gran obra con un gran escultor. En este caso, el problema estriba en que no se tiene noticia alguna de que en las Descalzas de Úbeda se venerara otro Nazareno que no fuera el Señor de la Espina. Había otros Nazarenos en Úbeda, pero radicados en otros templos (La Trinidad, San Andrés...). Por lo que se trata seguramente de una confusión del historiador y todos esos datos hagan referencia en realidad al mismo Nazareno: Jesús Caído. La confusión no acaba aquí, puesto que en alusión a la fiesta que costeaba el propio Concejo de la ciudad de Úbeda al Señor de la Espina, el autor habla en pasado, dándola por extinguida, cuando al tiempo de la publicación de su libro aún se realizaba: "...el Ayuntamiento desde tiempo inmemorial, según consta en el acta de la sesión de 6 de abril de 1837, costeaba una fiesta el día 14 de dicho mes". Ese año, la fiesta se realizó el 14 de Abril efectivamente, pero la fiesta del Señor de la Espina variaba según el año, pues como el mismo autor señala, su fiesta y procesión: "...se hace a los ocho días de sus novena, que empieza quince días después del Viernes Santo...".
Y es que al Dulce Jesús de las Descalzas se le tenía por muy milagroso, hasta tal punto que, como a Jesús Nazareno "de las Aguas" o la patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, también se le procesionaba en momentos de dificultad, sobre todo en rogativas públicas por escasez de lluvias. El  propio Concejo, como se ha dicho, había hecho voto en su honor y costeaba su fiesta, la primera de las cuales tuvo lugar en 1706, aunque en este caso se le imploró al Señor de la Espina por un motivo bien distinto: la Guerra de Sucesión. Esta tradición se mantuvo, con mínimas intermitencias, hasta 1931, año en que se proclama la Segunda República y el Ayuntamiento deja de costear la fiesta y de participar activamente en ella.
La vorágine del odio, cruel y arrolladora, que tanto daño causó a esta España inculta y arcaica de los años 30, se llevó por delante esta irremplazable imagen de Cristo que desapareció para siempre en una hoguera junto al convento de San Miguel de los Descalzos en 1936, una pérdida muy llorada no sólo por las gentes de Úbeda, también por las de Sabiote, villa muy ligada a esta devoción de sus mayores.

Vista completa de la talla del Señor de la Espina o Jesús Caído
(fotografía de los años 20)


LA IMAGEN

Sobran las palabras, incluso ahora que la imagen no existe y sólo podemos hacernos una ligera idea de cómo era a través de viejas fotografías en blanco y negro, único testimonio que nos queda ya de este divino Jesús Caído.
Perfecta su anatomía y perfecta la forma en que se resuelven las tensiones del cuerpo, un cuerpo frágil, huesudo, pálido..., al igual que el rostro, que no obstante contiene en sí mismo toda la Misericordia de Dios. Expresa un dolor contenido, sin aspavientos. Cristo ha caído por tercera vez ya cerca del Calvario, pero en su mirada perdida, bajos los párpados, se refleja un infinito Perdón que va derramando a su paso al pueblo de Úbeda, trasunto de la misma Humanidad, antes incluso de morir en la Cruz.
Ceño fruncido por el dolor, clásica nariz, labios carnosos, boca entreabierta, fino bigote que no se junta con la barba, más poblada en el mentón donde adquiere forma bífida... rasgos de un rostro tan divino como humano. Pero no acaba aquí la expresividad. Su mano izquierda, que no sujeta, abraza la Cruz, bastaría ella sola para considerarlo una obra de arte, pues su posición, acabado y los sutiles detalles de venas, tendones y huesos representados que se adivinan a través de la fina piel, crean un efectismo patético delicioso en esta barroca imagen. Su mano derecha se apoya suavemente sobre una piedra de formas redondeadas, trasunto en este caso del Mundo al que Cristo ofrece su sacrifico.
La imagen, acorde con las modas, presentaba larga cabellera natural. Lucía espléndidas joyas donadas en testamento por fervorosos hombres y piadosas mujeres, como la corona de espinas en plata sobredorada, potencias y colgantes, vistiendo asímismo lujosas túnicas algunas de ellas ricamente bordadas. Era costumbre procesionarlo vestido, y también mostrando su portentosa anatomía en ocasiones. En todo caso lo hacía sobre un gran trono de hasta tres pisos y forma tronco-piramidal, adornado de abundante candelería de tulipas.


 Procesión del Cristo de la Espina el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 20 tomada delante del Pósito de la ciudad)


LA COFRADÍA

A pesar de la enorme devoción que se profesaba a este Cristo, y posiblemente porque de su fiesta y procesión (tras la novena, después de la Semana Santa) se encargaba el Ayuntamiento de Úbeda, la imagen no tuvo cofradía propia hasta la tardía fecha de 1904, en que es fundada, siendo su primer presidente Don José María Fernández-Liencres. No es descartable que el Cristo de la Espina participara de los desfiles procesionales de Semana Santa antes de esta fecha, pero oficialmente comienza a hacerlo a las diez de la mañana del Viernes Santo del referido año, saliendo la imagen de la iglesia de las Descalzas y acabando su estación de penitencia en Santa María de los Reales Alcázares, que es precisamente donde hoy tiene su sede canónica la cofradía. Los cofrades vestían, y visten, túnica blanca y caperuz morado, luciendo en el peto el escudo de la Orden del Carmelo, muy vinculada siempre a la devoción por la iconografía del Nazareno, ya expresada por su fundadora Santa Teresa de Ávila.
Tras la destrucción de imagen y trono en la guerra civil, la cofradía adquiere en 1942 una nueva imagen de Jesús Caído, salido de la gubia del escultor Mariano Benlliure, que también consigue con esta magnífica talla despertar los sentimientos devocionales de un pueblo que no había olvidado aún a su Cristo de la Espina.

Actual imagen de Jesús Caído (1942) del escultor Mariano Benlliure
Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Úbeda
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Ruiz Prieto, Miguel. Historia de Úbeda. Úbeda, 1906.
- Torres Navarrete, Ginés de la Jara. Historia de Úbeda en sus dodumentos. Jaén, 2005.
- VVAA. La Semana Santa en el recuerdo. Diario Jaén/CajaSur

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