Del Jaén perdido... Nazarenus jiennensis. Cristo de la Espina de ÚBEDA

Primer plano del rostro y detalle de la mano del Cristo de la Espina de Úbeda
(fotografía de los años 20)

Inauguramos hoy esta sección de la Semana Santa de 2013, "Nazarenus jiennensis", en la que realizaremos un recorrido visual e histórico por algunas de las imágenes de Jesús Nazareno perdidas en los luctuosos acontecimientos de la guerra civil española en nuestra Provincia de Jaén.
Y comenzamos la sección con la que considero la mejor imagen de Jesucristo representado en cualesquiera de los momentos de su pasión redentora: el "Cristo de la Espina" de Úbeda.



HISTORIA DE LA IMAGEN

Denominado a lo largo de los tiempos "Jesús Caído", "Dulce Jesús" y muy especialmente "Cristo de la Espina", era ésta una impresionante, portentosa escultura de Jesús en el momento de caer por tercera vez bajo el peso de la cruz en la Vía Dolorosa hacia el Calvario, una escena que, por cierto, no recoge ninguno de los Evangelios y pertenece más bien a la tradición popular.
De autor desconocido, se ha atribuido este Cristo, por su enorme calidad artística, a imagineros de la talla de Juan Martínez Montañés, José Risueño y últimamente a José de Mora (1638-1725) o su círculo habida cuenta de las similitudes que presenta con la obra de este imaginero granadino. Por otra parte, la presencia de un Cristo caído -que sí se conserva afortunadamente- de similares características en la vecina ciudad de Baeza y atribuido a este escultor, refuerza esta teoría. Además, los escultores de la llamada "escuela granadina" siempre han estado más ligados a nuestra tierra jiennense que los de la sevillana, más alejada geográficamente. A pesar de los clarísimos rasgos "granadinos" de este Cristo, no obstante sería precipitado descartar una posible autoría de Montañés. Según el historiador Ginés de la Jara Torres Navarrete, en su Historia de Úbeda en sus documentos (2005) -Tomo VI-, refiere que la talla que nos ocupa fue un regalo (suponemos que al Convento de Carmelitas Descalzas de Sabiote, que es donde queda depositado) de Doña Ana Félix de Guzmán, hija del I Conde de Olivares, y esposa de Don Francisco Manuel de los Cobos y Luna, II Marqués de Camarasa y a la sazón, Señor de la Villa de Sabiote (el abuelo de éste, el famoso Francisco de los Cobos, secretario del emperador Carlos V, había fundado un mayorazgo con las villas de Sabiote, Torres y Canena, y más tarde, en 1543, el propio emperador concederá el Marquesado de Camarasa al hijo de su secretario, Don Diego de los Cobos, como regalo de boda). El caso es que el citado historiador, Torres Navarrete, afirma que la talla procede de Sevilla y que su autoría podría corresponder a Montañés, que era el imaginero de mayor prestigio en la capital hispalense por entonces. La Casa de Olivares tuvo desde luego relación con el alcalaíno. Si esto fuera cierto, y dado que Doña Ana Félix de Guzmán muere en 1612, no pudo haber encargado la obra al granadino José de Mora, que ni siquiera había nacido para esa fecha. Claro que cabe la posibilidad de que lo hubiera hecho a Pablo de Rojas o Alonso de Mena, precursores de la escuela granadina de imaginería, pero no es este Cristo del estilo de estos autores. Tampoco de Montañés. Sus rasgos, tan característicos del hacer de los Mora, lo acercan casi indiscutiblemente a esta familia de imagineros y muy especialmente a su principal representante, José. Por lo que es muy poco probable que los II Marqueses de Camarasa tuvieran nada que ver con esta imagen, que es claramente posterior.

Procesión del Cristo de la Caída por la Calle Ancha el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 10)

De lo que no cabe duda es que este Jesús Caído es venerado en el convento de las Descalzas de Sabiote, pasando en fecha indeterminada al también carmelitano de Úbeda. Aquí de nuevo vuelven a ser confusos los datos. En la bibliografía consultada se acepta en general el hecho de que el Señor de la Espina pasa por testamento en 1663 al convento de Úbeda de manos de Doña Ana Crespo, monja en el cenobio de Sabiote y que profesará más tarde en las Descalzas de Úbeda, su pueblo (no sabemos más datos acerca de ella ni por qué obraba en su poder la talla). La fuente de esta información procede de la Historia de Úbeda (1906) -Tomo II, Capítulo III- del historiador ubetense Don Miguel Ruiz Prieto. En el apartado que dedica al Convento de la Concepción de Carmelitas Descalzas de esta ciudad, dice: "Muchos bienhechores legaron memorias a este convento, a saber: el Marqués de Santa Cruz de Pan y Agua, dotó, entre otras memorias, en 1684, una fiesta a Jesús Nazareno, cuya imagen nos parece es la que Doña Ana Crespo legó por su testamento, en 1663, a este convento y se colocó en el coro alto, imagen bellísima y de mérito artístico, según nos han informado (...) También existe en el convento una magnífica escultura de Jesús Caído, con su cruz a cuestas, que parece del célebre Montañés. Es una bellísima imagen, acaso la mejor de las que existen en Úbeda. No sabemos su procedencia...". Ruiz Prieto hace claramente alusión a dos imágenes bien distintas. El primer Nazareno, legado por Ana Crespo, y el Jesús Caído, que es nuestro Señor de la Espina, por cierto aquí de nuevo atribuido a Montañés, seguramente por desconocimiento, en un ejercicio de identificación de una gran obra con un gran escultor. En este caso, el problema estriba en que no se tiene noticia alguna de que en las Descalzas de Úbeda se venerara otro Nazareno que no fuera el Señor de la Espina. Había otros Nazarenos en Úbeda, pero radicados en otros templos (La Trinidad, San Andrés...). Por lo que se trata seguramente de una confusión del historiador y todos esos datos hagan referencia en realidad al mismo Nazareno: Jesús Caído. La confusión no acaba aquí, puesto que en alusión a la fiesta que costeaba el propio Concejo de la ciudad de Úbeda al Señor de la Espina, el autor habla en pasado, dándola por extinguida, cuando al tiempo de la publicación de su libro aún se realizaba: "...el Ayuntamiento desde tiempo inmemorial, según consta en el acta de la sesión de 6 de abril de 1837, costeaba una fiesta el día 14 de dicho mes". Ese año, la fiesta se realizó el 14 de Abril efectivamente, pero la fiesta del Señor de la Espina variaba según el año, pues como el mismo autor señala, su fiesta y procesión: "...se hace a los ocho días de sus novena, que empieza quince días después del Viernes Santo...".
Y es que al Dulce Jesús de las Descalzas se le tenía por muy milagroso, hasta tal punto que, como a Jesús Nazareno "de las Aguas" o la patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, también se le procesionaba en momentos de dificultad, sobre todo en rogativas públicas por escasez de lluvias. El  propio Concejo, como se ha dicho, había hecho voto en su honor y costeaba su fiesta, la primera de las cuales tuvo lugar en 1706, aunque en este caso se le imploró al Señor de la Espina por un motivo bien distinto: la Guerra de Sucesión. Esta tradición se mantuvo, con mínimas intermitencias, hasta 1931, año en que se proclama la Segunda República y el Ayuntamiento deja de costear la fiesta y de participar activamente en ella.
La vorágine del odio, cruel y arrolladora, que tanto daño causó a esta España inculta y arcaica de los años 30, se llevó por delante esta irremplazable imagen de Cristo que desapareció para siempre en una hoguera junto al convento de San Miguel de los Descalzos en 1936, una pérdida muy llorada no sólo por las gentes de Úbeda, también por las de Sabiote, villa muy ligada a esta devoción de sus mayores.

Vista completa de la talla del Señor de la Espina o Jesús Caído
(fotografía de los años 20)


LA IMAGEN

Sobran las palabras, incluso ahora que la imagen no existe y sólo podemos hacernos una ligera idea de cómo era a través de viejas fotografías en blanco y negro, único testimonio que nos queda ya de este divino Jesús Caído.
Perfecta su anatomía y perfecta la forma en que se resuelven las tensiones del cuerpo, un cuerpo frágil, huesudo, pálido..., al igual que el rostro, que no obstante contiene en sí mismo toda la Misericordia de Dios. Expresa un dolor contenido, sin aspavientos. Cristo ha caído por tercera vez ya cerca del Calvario, pero en su mirada perdida, bajos los párpados, se refleja un infinito Perdón que va derramando a su paso al pueblo de Úbeda, trasunto de la misma Humanidad, antes incluso de morir en la Cruz.
Ceño fruncido por el dolor, clásica nariz, labios carnosos, boca entreabierta, fino bigote que no se junta con la barba, más poblada en el mentón donde adquiere forma bífida... rasgos de un rostro tan divino como humano. Pero no acaba aquí la expresividad. Su mano izquierda, que no sujeta, abraza la Cruz, bastaría ella sola para considerarlo una obra de arte, pues su posición, acabado y los sutiles detalles de venas, tendones y huesos representados que se adivinan a través de la fina piel, crean un efectismo patético delicioso en esta barroca imagen. Su mano derecha se apoya suavemente sobre una piedra de formas redondeadas, trasunto en este caso del Mundo al que Cristo ofrece su sacrifico.
La imagen, acorde con las modas, presentaba larga cabellera natural. Lucía espléndidas joyas donadas en testamento por fervorosos hombres y piadosas mujeres, como la corona de espinas en plata sobredorada, potencias y colgantes, vistiendo asímismo lujosas túnicas algunas de ellas ricamente bordadas. Era costumbre procesionarlo vestido, y también mostrando su portentosa anatomía en ocasiones. En todo caso lo hacía sobre un gran trono de hasta tres pisos y forma tronco-piramidal, adornado de abundante candelería de tulipas.


 Procesión del Cristo de la Espina el Viernes Santo por la mañana
(fotografía de los años 20 tomada delante del Pósito de la ciudad)


LA COFRADÍA

A pesar de la enorme devoción que se profesaba a este Cristo, y posiblemente porque de su fiesta y procesión (tras la novena, después de la Semana Santa) se encargaba el Ayuntamiento de Úbeda, la imagen no tuvo cofradía propia hasta la tardía fecha de 1904, en que es fundada, siendo su primer presidente Don José María Fernández-Liencres. No es descartable que el Cristo de la Espina participara de los desfiles procesionales de Semana Santa antes de esta fecha, pero oficialmente comienza a hacerlo a las diez de la mañana del Viernes Santo del referido año, saliendo la imagen de la iglesia de las Descalzas y acabando su estación de penitencia en Santa María de los Reales Alcázares, que es precisamente donde hoy tiene su sede canónica la cofradía. Los cofrades vestían, y visten, túnica blanca y caperuz morado, luciendo en el peto el escudo de la Orden del Carmelo, muy vinculada siempre a la devoción por la iconografía del Nazareno, ya expresada por su fundadora Santa Teresa de Ávila.
Tras la destrucción de imagen y trono en la guerra civil, la cofradía adquiere en 1942 una nueva imagen de Jesús Caído, salido de la gubia del escultor Mariano Benlliure, que también consigue con esta magnífica talla despertar los sentimientos devocionales de un pueblo que no había olvidado aún a su Cristo de la Espina.

Actual imagen de Jesús Caído (1942) del escultor Mariano Benlliure
Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares. Úbeda
(foto: archivo propio)


Bibliografía:

- Ruiz Prieto, Miguel. Historia de Úbeda. Úbeda, 1906.
- Torres Navarrete, Ginés de la Jara. Historia de Úbeda en sus dodumentos. Jaén, 2005.
- VVAA. La Semana Santa en el recuerdo. Diario Jaén/CajaSur

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1 comentario:

  1. ¿¿¿Un recorrido visual e histórico por algunas de las imágenes de Jesús Nazareno "Perdidas" en los luctuosos acontecimientos de la guerra civil española en nuestra Provincia de Jaén????Más que perdidas,habría que decir que mutiladas,incendiadas y destrozadas por un ateísmo izquierdista e intolerante.

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