Federico García Lorca y Jaén


Federico García Lorca a la edad de 21 años
Fotografía de 1919

Hace tan sólo unos días se conmemoraban los 114 años de su nacimiento. El 5 de Junio de 1898 venía al mundo en la localidad granadina de Fuente Vaqueros el que habría de convertirse en una de las personalidades literarias más influyentes del siglo XX, Federico García Lorca. Pero he querido retrasar un poco la publicación de este artículo, pues precisamente tal día como hoy, 8 de Junio, pero de hace 96 años, el inmortal poeta, dramaturgo y prosista perteneciente a la llamada generación del 27 tenía, con 18 años recién cumplidos, su primer contacto con tierras jiennenses. Y digo primero, porque habría de visitar nuestra provincia con posterioridad en varias ocasiones. Hoy quisiera rendirle homenaje analizando su paso por la provincia de Jaén y la huella que ésta dejó en su persona y en su obra.
Federico García Lorca comienza sus estudios universitarios en las facultades de Derecho y Filosofía y Letras de la Universidad de Granada en el año 1915. Precisamente en el marco de éste su primer curso académico, tiene lugar el primer encuentro del poeta con Jaén, ya en 1916, con ocasión del viaje de estudios que realiza a Baeza y Úbeda en compañía del catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes, Don Martín Domínguez Berrueta, profesor muy influido por la Institución Libre de Enseñanza y que, como método para una extensión práctica de sus enseñanzas de arte, organiza una serie de viajes por España con sus muchachos para propiciar también con ello un mayor acercamiento entre profesor y alumnos.
El 8 de Junio llegan a Baeza. Allí, el grupo de estudiantes conocería al poeta Antonio Machado, quien desde 1912 enseñaba francés en el Instituto de la ciudad. El día 10 de Junio por la mañana hacen una excursión a Úbeda, ciudad a la que llegan en tranvía, realizando una visita a su rico conjunto monumental. 

Paseo de las delicias y Capilla del Salvador (Úbeda)
Portfolio Fotográfico de España. Provincia de Jaén. Casa Editorial Alberto Martín. 1911

Ya por la tarde visitan el Instituto de Baeza, donde les espera Machado, que les deleita con una lectura de Campos de Castilla y recita versos de Rubén Darío. Terminan la jornada con una velada en el Casino de Artesanos de Baeza, en la que Lorca interpreta al piano una selección de piezas clásicas y varias composiciones suyas de inspiración andaluza. Recordemos que por estas fechas el poeta estaba más interesado en la música que en la literatura, queriendo incluso ampliar sus estudios musicales en París, cosa que no llegó a suceder.
Lorca acudirá a Baeza en más ocasiones, al año siguiente en una nueva excursión artística y, como tiempo después referirá su propio hermano Francisco, en otras excursiones "menos académicas" con algunos amigos, donde "...era cuestión de vivir la pequeña ciudad, callejeando, asomándose al paisaje, entrando en el casino, charlando con los amigos locales que ya Federico tenía (...). No olvidaré la noche de grandes nubes y luna llena, sentados en la fuente de la Plaza de la Catedral. Un fuerte viento jugaba con las nubes y oscurecía e iluminaba alternativamente el paraje, ocultando o dando espectral relieve a la Catedral y el Palacio de Jabalquinto. Alguien evocó en aquel sitio la figura de San Juan de la Cruz. A pesar de la superior belleza y monumentalidad de Úbeda, nosotros preferíamos, sin saber bien por qué, el ambiente más recatado de Baeza".
(Francisco Gracía Lorca, Federico y su mundo, 1980)

Fruto de estos contactos con la vetusta ciudad nacería un escrito no conservado con el título "A la fuente de Santa María de Baeza", que sabemos de su existencia por una carta de su amigo de Baeza Lorenzo Martínez Fuset, así como un capítulo de su obra "Impresiones y paisajes" titulado "Ciudad perdida", que dedica a la señorita María del Reposo Urquía, también baezana y amiga de Lorca. En "Ciudad perdida" el autor hace a lo largo de varias páginas un retrato muy interesante, romántico y personal, de la Baeza que conoció entonces. He aquí un fragmento:

"Todas las cosas están dormidas en un tenue sopor..., se diría que por las calles tristes y silenciosas pasan sombras antiguas que lloraran cuando la noche media... Por todas partes ruinas color sangre, arcos convertidos en brazos que quisieran besarse, columnas truncadas cubiertas de amarillo y yedra, cabezas esfumadas entre la tierra húmeda, escudos que se borran entre verdinegruras, cruces mohosas que hablan de muerte... Luego un meloso sonido de campanas que zumba en los oídos sin cesar..., algunas voces de niños que siempre suenan muy lejos y un continuo ladrido que lo llena todo... La luz muy clara. El cielo muy azul en el que se recortan fuertemente los palacios con oriflamas de jaramagos. Nadie cruza las calles, y si las atraviesa, camina muy despacio como si temiera despertar a alguien que durmiera delicadamente... Las yerbas son dueñas de los caminos y se esparcen por toda la ciudad tapando calles, orlando a las casas y borrando la huella de los que pasan. Los cipreses ponen su melancolía en el ambiente y son incensarios gigantes que perfuman el aire de la ciudad (...). De cuando en cuando palacios y casonas de un Renacimiento admirable...".

Y el precioso paisaje que se contempla desde ella:

"...Una hoya inmensa cercada de montañas azules, en las cuales los pueblos lucen su blancura diamantina de luz esfumada. Sombríos y bravos acordes de olivares contrastan con las sierras, que son violeta profundo por su falda. El Guadalquivir traza su enorme garabato sobre la tierra llana. Hay ondulaciones fuertes y suaves en la tierra... Los trigales se estremecen al sentir la mano de los vientos...".
(Impresiones y paisajes, 1918)

"¡Borrachera espléndida del romanticismo!", confiesa, en fin, Lorca, sobrecogido por la íntima belleza monumental de Baeza.

Plaza de Santa María (Baeza)
Tarjeta postal. Fototipia Hauser y Menet. 1902

Plaza del Pópulo y Fuente de los Leones (Baeza)
Portfolio Fotográfico de España. Provincia de Jaén. Casa Editorial Alberto Martín. 1911

La huella que dejó este viaje en su formación temprana, ha sido ya suficientemente puesta de relieve por diversos críticos. El encuentro con el austero paisaje de Jaén y sus gentes debió de sorprender al joven estudiante, acostumbrado a la llana fecundidad de la huerta y vega granadinas. El mito de la Andalucía árabe en el que se había sostenido su infancia, regada por fuentes y cauces de agua, contrasta ahora con la sequedad de una tierra que concentra su fuerza original en una reducida gama de colores y gestos contenidos. Estos años de juventud son fundamentales para la consolidación de la personal visión de lo andaluz que tomará cuerpo en obras como el “Romancero Gitano”, un libro, según confiesa el propio Lorca “donde apenas está expresada la Andalucía que se ve, pero donde está temblando la que no se ve”.
    En 1925 viaja de nuevo a Jaén, por placer, en este caso a la capital, y acompañado por unos amigos. Se alojan en casa de Don Manuel Montero Sola, en la jaenera Carrera de Jesús. De regreso a Granada, Lorca escribe algunas tarjetas postales a diversos amigos, contándoles sus impresiones sobre el viaje, entre ellos a José Bello Lasierra -Pepín Bello- y al pintor jiennense Manuel Ángeles Ortiz, gran amigo de Federico. Concretamente a este último le escribe: "Manolo. Hemos venido en auto a Jaén, que es tu tierra. ¡Una maravilla!...". Merece la pena destacar la tarjeta postal, por cierto del Acueducto romano del Carmen que se encontraba en la popular Senda de los Huertos, que con fecha 2 de Noviembre remite a su gran amigo Melchor Fernández Almagro, residente en Madrid, de padre jiennense, y en cuya casa de Úbeda se había hospedado en aquel primer viaje de juventud con la Universidad. Dice así:

"¿Pero tú conoces Jaén? No, tú conoces Úbeda y quizás Baeza. Estas son dos ciudades mitad castellanas y mitad andaluzas. De ahí es tu sangre. Pero el que está en Jaén puede decir que ha llegado al corazón recóndito y puro de Andalucía la alta. (...) McDonald sigue su cuesta abajo de desilusiones granadinas. En cambio, ha descubierto en grata compañía la belleza de Jaén, con su catedral airosa, abierta por cientos de balcones a las calles y a la plaza, coronada de apóstoles y profetas y guardadora del Santo Rostro, que solemnísimamente adoramos. Se puede hacer el viaje por besar el cristal donde surge la cara bizantina de Cristo, aceitosa y llena de dulce intimidad entre las viejas esmeraldas y rubíes del católico y viejo marco. Envuelta, además, en la unción sedosa de la liturgia. Granada ya no es. Granada tiene, Jaén es unificada. Jaén es Andalucía...".

Jaén. Vista parcial desde el Sendero de los Huertos
Tarjeta postal. Fototipia E.J.G. 1905

Se deduce que esta visita a la ciudad del Santo Reino sirvió para completar la imagen que de Jaén tenía el escritor. Los amigos que acompañan a Lorca forman parte del grupo de jóvenes que, descontentos con la cultura oficial de Granada, comienzan a aglutinarse por estas fechas en torno a su figura. La referencia a McDonald (personaje inventado por el grupo para zarandear los principios inamovibles de la sociedad granadina) desvela el afán crítico que les anima en ese momento.
Por lo que se refiere al resto de la producción de Lorca, la provincia de Jaén no aparece sino intuida a través de los elementos que configuran su característico pasiaje. Hoy se sabe que su famoso "Romance de la pena negra" ("Romancero Gitano", 1924-1927) se titulaba en una versión inicial "Romance de la pena negra en Jaén", según lo señala el propio Lorca a Fernández Alamgro en 1926, una localización que el autor decidió suprimir en la versión final de esta composición. Resulta evidente que esas "tierras de aceituna" en el poema hacen referencia a tierras jiennenses. Y es que el paisaje de olivar es un tema recurrente en la obra lorquiana. Por ejemplo en el "Poema del cante jondo" (1921):

POEMA DE LA SEGUIRIYA GITANA
PAISAJE

El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a las orillas del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.



POEMA DE LA SOLEÁ
TIERRA SECA

Tierra seca,
tierra quieta
de noches
inmensas.

Viento en el olivar,
viento en la sierra.

Tierra
vieja
del candil
y la pena.

Tierra 
de las hondas cisternas.
Tierra
de la muerte sin ojos
y las flechas.

Viento por los caminos.
Brisa en las alamedas.


PUEBLO

Sobre el monte pelado,
un calvario.
Agua clara
y olivos centenarios.
Por las callejas,
hombres embozados,
y en las torres
veletas girando.
Eternamente
girando.
¡Oh, pueblo perdido,
en la Andalucía del llanto!



Bibliografía:

- Chica, Francisco. Jaén en Federico García Lorca, en B.I.E.G. nº 146, julio - diciembre, 1992.
- Peragón López, Clara Eugenia. La presencia de Andalucía en la obra de Federico García Lorca. En Tonos, revista electrónica de estudios filológicos. Nº 22, enero de 2012. 
- Pérez Miñano, Carmen. La imagen de la ciudad de Jaén. Jaén, 2003.



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